viernes, 24 de febrero de 2012

No es el fin del mundo


Alguien me envió un power point sobre unas supuestas predicciones de la Nasa para el 2012. Hablaban de diciembre del 2012 como fecha para un cambio trascendental de la tierra y de la humanidad…

Más allá de si será cierto o no, lo que yo pensé fue “el fin del calendario maya marca el 21 de diciembre, eso aún está muy lejos”. Primero tengo que acabar mi tratamiento, que son seis sesiones cada tres semanas, es decir un periodo de 18 semanas, del cual ya voy por la mitad. Es decir me faltan 9 semanas más.

La última sesión de quimioterapia me la pondrán el 26 de abril, el día de mi cumpleaños # 50 ¿puede haber una mejor señal? Pienso celebrar –aun no he definido cómo- cuando tenga los resultados finales que serán al cabo de dos semanas más, si no entendí mal y no son dos meses más.

Esto quiere decir que mis proyecciones van a muy corto plazo: qué voy a  comer hoy, qué pastilla debo tomar, cuándo me toca el análisis, qué día tengo la cita con el médico, cuándo me ponen la quimio. Son muchas cosas pequeñas que marcan la agenda. Incluso debo planificar qué día estoy visible para mis amigos, para que siempre me vean bien.

Los primeros cinco días pos-quimio son impredecibles, mejor reunirse a partir del sexto día pero no más allá del día 10 porque las defensas están bajas  y me puedo contagiar de algo, a partir del día 14 ya estoy más recuperada pero tampoco puedo hacer mucho trajín porque perjudico a la recuperación de mi organismo.

Cada día es complejo, hay que racionalizar la energía, no tengo las mismas fuerzas que antes, me canso. Hago algo, descanso, hago algo más  y descanso. Cuando te sientes bien se pasa volando pero cuando no, te das cuenta que  cuenta con 24 largas horas hasta que llega un nuevo día, una nueva esperanza.

¿Cuántos días quedarán hasta el 21 de diciembre? No he hecho el cálculo ni me importa. Mi cuerpo, mi espíritu y mi alma están viviendo su propio cambio de era, de la era de la “salud-agredida” a la de la “salud-restablecida”. No sé si mis células mutarán a fotones o lo que sea, lo único que sé es que las células buenas deben derrotar a las malas y punto. 

Eso es lo único que tengo en mi mente por el momento, y no estoy atravesando ningún fin del mundo, en todo caso es un nuevo empezar. Cuando llegue el 21 de diciembre, seguramente estaré haciendo planes para la Navidad, ya veremos qué pasa con las profecías mayas. Todo a su momento.


Señor, gracias por cada día que trae consigo 24 horas de lucha contra el enemigo en mi organismo. Yo pensaba que mi cuerpo solo era el campo de batalla, pero ahora me doy cuenta que bajo tus órdenes yo (con mi cuerpo.alma y espíritu) puedo y debo ser la comandante general. Dale fuerza, sabiduría y sentido común a esta guerrera para defenderse con todas su fuerzas y armas disponibles. 

lunes, 20 de febrero de 2012

Gracias, Dios Mío, por el ritmo


Gracias, Dios Mío por el ritmo
deliciosa sensación de ser un volcán
de botar delirio por las venas
cantar en silencio siguiendo a la radio
y sentir que fluyen bajo mi piel
la vida,  sueños
ilusiones dormidas.

Esta energía parte de mí y no sé de dónde proviene
tal vez provenga de Ti.

Veo mi rostro en el espejo y no lo reconozco
llevo el grito del mundo brotando de mi garganta
piso firme y me acompaso.
Ya no existen paredes en mi dormitorio.

Soy una ciudadana del mundo
No conozco fronteras.
Mi cuerpo se menea,  ejercita
comunica,  prende.
Calcina en su fuego todas las preocupaciones
Miedos.

Mis hombros no saben de pesos
mi espalda se alivia,
dobla, estira, crece
se encoge de nuevo.
Aprendo a flotar.

Soy protagonista y público a la vez
Bailarina, coreógrafa, directora de orquesta
Conozco la eternidad
en un instante
sola
acompañada de mí misma
en un instante personal.

Hablo mil idiomas
Notas, palabras, sonidos
Movimientos, cadencias
Silbidos

Soy un ave del universo
Ingrávida sobre el firmamento
Que no quiere aterrizar.

Lima, 29-11-1998 

domingo, 19 de febrero de 2012

Mil recetas que seguir


Conforme más personas se enteran de tu situación, más recomendaciones llegan a tus oídos. Algunas voces son más autorizadas que otras. Algunas suenan tan imperativas que si no las cumples te invade la culpabilidad. ¡Qué horror! No puedes hacer un sacrificio por tu salud… Así nos suena la conciencia, mejor dicho nos remuerde.

Recuerdo mi primera vez, hace 18 años. No carne de res, dictaminó mi cirujano. Sería preferible que evitara las carnes rojas sugirió mi oncólogo, sin darle mucha importancia. El cirujano me aconsejaba tomar mucha chicha morada y evitar las gaseosas oscuras, mientras que las enfermeras que me aplicaban la quimioterapia me indicaban tomar litros de agua de piña para ayudar a mis riñones.

Mi suegro que era bioquímico y, por coincidencia, dado a médico naturista me habló de la dieta de las 1,500 calorías diarias para no darle mucho combustible a las células cancerosas –Él hacía esa dieta desde hacía año para evitar que unos pólipos intestinales se transformaran en algo más-. Yo que siempre he tenido buen diente, me terminaba el plato del día de un soplido, mientras que él en la cabecera de la mesa comía su plato de arroz con atún y papaya. Su único gusto era unas gotas de leche condensada sobre un plátano o unos trozos adicionales de papaya. Yo, en cambio, calmaba mi ansiedad preparando las más ricas recetas de leche condensada Nestlé y lo tentaba con ellas. No sé si para evitar que yo me comiera todo el postre sola o porque realmente era una atrevida, pero mi suegro caía en el pecado y me aceptaba los postres aunque fueran un peligroso exceso en su dieta.

A cambio yo acepté tomar con mi jugo un polvito que él preparaba y –lo que más sacrifico implicaba-  mezclar en mi rica comida su horrible aceite de pescado que me iba a ayudar a contrarrestar los efectos de la quimioterapia. Cuando me olvidaba el pomito,  mi suegrito que no era de hablar decía “Rosa María, no te olvides de tu aceite…”. Me tenía vigilada.

Yo nunca pensé demasiado en los medicamentos que él me daba hasta que hace unos años descubrí que un grupo de médicos naturistas vendían los “antitumorales” de mi suegro en un instituto que lleva su nombre. Me sentí muy afortunada y agradecida. Pensé que tal vez estaba viva tantos años por su insistencia y el efecto de su tratamiento paralelo.

El día en que dejé mi nido de recién casada para volver a la casa de mi papá, me despedí de mi suegro y -luego de explicarle que su hijo ya no me quería (ni con el corazón ni  a su lado)- me dijo que me admiraba mucho porque él había sido testigo (auditivo) de cómo me descomponía con el tratamiento y que a pesar de ello yo lo había completado. Nos dimos un gran abrazo y no nos volvimos a ver nunca más. Pero siempre lo recuerdo con mucho cariño. Incluso ya separada mi ex aparecía con los polvitos que me enviaba su papá y yo me los tomaba sin cuestionar.

Hace poco una amiga me habló de unos productos que te despiertan las defensas naturales, sabía que eran caros, pero por lo visto muy buenos. En ese momento sentí esa sensación de inseguridad que empieza con Y si valen la pena y yo no los estoy tomando…  Realmente agradecí el gesto pero me prometí a mi misma tomármelo con calma. De momento seguiré con la quimio, más la dieta indicada. Empezando el día con mi extracto de betarraga, zanahoria y piña, la cucharada de Noni dos veces al día, al igual que la media cucharadita de bicarbonato de sodio en medio vaso de agua. En el almuerzo mi caldo de bazo y caldo de cuy (que aun tengo congelado en la refri esperando el día indicado) y todas las verduras y frutas rojas,  el té verde y mis 50 gramos de fruta seca como fuente de proteína y fibra.

Algunas veces me siento mal porque no estoy comiendo suficiente espinaca, ni tomando las hojas de guanábana o de coca como agua de tiempo. Peor, les juro, que hago lo que puedo.

Gracias, Señor, por los amigos bien intencionados y preocupados. Te pido que los bendigas y protejas. Bendice también a todos aquellos que estudian y desarrollan tratamientos paralelos y con ello incrementan nuestras esperanzas de triunfo en esta lucha célula a célula que acometemos sin saber con cuantos reclutas contamos ni con cuanta artillería. 

jueves, 16 de febrero de 2012

Todo lo que puede un catéter


Ayer acudí a una consulta con un médico cirujano cardiovascular. Mi oncólogo le ha pedido que me coloque un catéter subcutáneo. Yo no sabía en qué consistía ni si estaba dispuesta o no a dejármelo colocar. En cuanto vi al doctor joven, guapo y con una actitud fresh como si fuera tablista, tuve la certeza de que esto del catéter que a mi me quitaba el sueño era para él un juego de niños.

¿Qué riesgos hay? Le pregunté muy seria como si me fueran a realizar un triple by pass. Ahora que lo recuerdo, me da risa… Pero el doctor con toda la paciencia del mundo me explicó el procedimiento y los riesgos que podían ocurrir en un 0.5% de los casos.

Salí fascinada con la modernidad. Ya no más pinchazos, ni dolor en las venas, esto va directo a una arteria, creo. Queda debajo de la piel, es decir no se nota. Y me lo pueden dejar por un tiempo indefinido (un par de años, por ejemplo), siempre que le hagan su mantenimiento (las enfermeras que aplican la quimio lo hacen).

Yo pensé que iba ser una pionera en esta aventura del catéter, pero me dice el doctor que ya lo hacen hace tiempo. Yo no sabía de nadie a quien le hubieran puesto este aparatito, los catéteres que yo he visto son los grandes que te clavan en ente el pecho y el cuello y que han acompañado a sus dueños a la otra vida, por eso tenía tanta resistencia.

Pregunté cuanto costaba, solo por curiosidad, ya que ahora no pago nada. Pero yo necesitaba saber. Solo el catéter vale 600 dólares, además están los gastos médicos, la sala de operación y medicinas. Es decir calculo unos 1000 dólares y tal vez me quedo corta.

Salí tan impactada por la suerte que tenia de poder cuidar mis venas y evitar el dolor cuando me aplican el carboplatino que las lágrimas corrían por mi rostro mientras regresaba a casa.

Venían a mi memoria, las más diversas imágenes: los pacientes del NEM, mi mamá cuando era inyectada y le buscaban la vena, mi abuelo al que, según me han contado,  le colocaban las inyecciones en el pie; y no podía dejar de llorar.

Pensé en mi abuela, en lo duro que habría sido para ella sufrir de cáncer en su época. Ella era muy joven, tenía apenas 44 años y luchaba contra un cáncer de útero, en el Hospital de Neoplásicas de la Av. Alfonso Ugarte en el año1950. La imaginé solita en el hospital, pensando en sus hijos, pensando en el menor de ellos que es mi papá. Y tuve una certeza. Mi papá se tiene que sentir muy orgulloso porque hemos vencido el Karma.

Su mamá enfrentó el cáncer, sin éxito,  en un hospital del estado hace más de 62 años, sin que él pudiera hacer nada al respecto,  pero nosotras (tres de sus cuatro hijas), estamos dando la batalla desde hace 18 años y, gracias a mi papá y a sus enseñanzas de vida, hemos podido atendernos con los mejores oncólogos, en las mejores clínicas, teniendo opciones para decidir.

Los tiempos han cambiado pero mi papá no ha hecho otra cosa en la vida que asegurarse que el escenario para su familia sea diferente.


Señor, bendice a mi papá y  a los doctores que inventaron los catéteres. Te pido que pronto den una ley para que todos los pacientes con quimioterapia tengan  el derecho de acceder a un catéter como parte de su tratamiento y, por supuesto, tengan acceso a su tratamiento. Para ti no hay nada imposible.


martes, 14 de febrero de 2012

Gracias a Dios por mis amigos


Hoy es el día de la amistad o de San Valentín y aunque algunos piensen que es una huachafería, creo que decir gracias nunca está de más.

Dicen que cuando uno está en problemas es que realmente se conocen a los amigos. Es cierto, la maravilla de haberlos cultivado en diversos ámbitos te permite tener amigos para contar tus sueños y temores, llorar o simplemente distraerte.

Salgamos a conversar, dicen los más decididas, y te distraen un par de horas en un café, te matas de risa, te olvidas de todo hasta de tu propio cansancio. ¡Bendícelos señor! Existe también la versión cinecito ¿Te provoca un cinecito? Y claro, nos vamos al cine, nos embutimos pop corn y además nos tomamos un juguito porque estamos light. Todo sea por ver a George Clooney, aunque ya no nos gusta como antes.

Otras amigas se las ingenian para saber de ti, directa o indirectamente. “Postea en tu blog para saber cómo estás, nos tienes en ascuas”, me reclamó una de ellas el otro día. Amigas y seguidoras, ¿se puede pedir más?

Hay otras muy cariñosas que cuando le dices que sí que aceptas ir de fin de semana a la playa, pero que tenga en cuenta que no tienes pelo y que no quieres asustar a nadie te contestan “pero si a fulana, con  sus enormes ojos azules, la hemos visto sin pelo, estaba linda, parecía E.T.” E.T. no es precisamente mi ideal de belleza, pero vale la intención.

En cuanto a los varones, las reacciones son muy divertidas. El primero en enterarse fue mi socio, estábamos en medio de unos proyectos que han quedado abandonados porque no se atreve a verme ni hablarme. “Mi mamá y todo su escuadrón del taller de oración están rezando por ti”, me escribió en un mail. Cuando supo que el diagnóstico era positivo (cáncer confirmado) se decepcionó, espero que no le ocasione una crisis de fe. Peo yo estoy segura que por los rezos de su mamá y todo su escuadrón el seguro ha aceptado mi cobertura. Tengo un segundo amigo que vive fuera y que al toque me escribió un mensaje de confianza “Todo va a salir muy bien, estoy orando por ti”. Me encantó su respuesta. El no solo reza sino que escribe y llama. ¡Es un amor!

Ayer me armé de valor y entre a hablar con mi amigo JJ, que es mi jefe en cursos de verano. Era la última clase y fui a despedirme (estrenando nueva cabellera y peinado) y a contarle por qué no lo había visitado antes. Muy prudentemente empecé: “Me han operado en diciembre, me encontraron unos nódulos y son cancerosos…”. “¿Te están haciendo…?” “Quimio”. “Mira todo ha cambiado, de cada 3  personas a una le pasa, no vayas a pensar que eres la única, ni que estás sola.-parecía esas voces del telemarketing-. Mi hermana tuvo el año pasado ya hora está perfecta. Todo ha cambiado…”. Por fin, me encontré con un amigo conocedor, que muy a su estilo minimizó absolutamente la situación, como debe ser. Concluido el tema cáncer procedimos a pasar revista a todos nuestros amigos de la promoción y nos actualizamos en chismes durante un buen rato.

Claro que también en el marco de confidencias con algunas amigas me he enterado-RECIÉN- que ella también habían pasado por esto o lo están pasando. A ellas mi especial saludo por el día de la Amistad y la Complicidad.  A los demás, una advertencia: no me pregunten quienes son, mis labios están sellados…

Bendice Señor, a mis amigas y amigos. A los que me apoyan y a los que se aterran. A los que veo seguido y a los que solo veo por facebook. Gracias a ti, también, Señor porque eres mi Gran Amigo y estas ahí, para mí cuando te necesito. 

El dolor no ajeno


Mi ginecólogo acostumbra decir que el único dolor que la gente aguanta es el ajeno. Me hace reír con esas palabras cuando estoy preocupada.

Recuerdo claramente que exclamó ¿ya te lo conté? esa tarde cuando acudí a su consulta porque el dolor debajo de la costilla ya me tenía harta. Al principio era una sensación rara, como un dolor de hueso o un jalón de un nervio -no tengo idea cómo me imagino estos dolores, pero los intuyo-. Luego el dolor pasó a ser una presión contra mi espalda que no me dejaba dormir y un hincón sobre el hígado -o donde yo me imagino que está- que me ponía los pelos de punta.

Cuando me operaron el dolor desapareció, pero unos días antes de hacerme la quimio volvió, algo tímido, pero ahí estaba. Entonces pensé que como ya no me dolía la herida esa podía ser la razón por la que volvía a sentir el dolorcito.

Hace dos semanas cuando fui a mi consulta luego de la primera quimio comenté a la doctora que me atendió que el dolor había aparecido nuevamente. Ella habló de dos posibilidades, una de ellas, que esa era la zona donde habían tejidos cicatrizando, la otra, que la medicina estaba actuando sobre los nódulos y de ahí provenía la sensibilidad. Pero en el ambiente flotaba una tercera opción ¿Y si los nódulos seguían creciendo?? Mi oncólogo fue más directo. “Luego de la tercera quimio te haremos una resonancia para ver cómo va el tratamiento y corregir el rumbo si fuera necesario…al final te haremos un petscan para comprobar que todo vaya bien”.

Lo no dicho es a veces más importante que lo dicho. El doctor no dijo nada, yo tampoco, pero la respuesta a mi negada pregunta había llegado.  Desde ese día bajé la guardia y dejé de pensar en el dolor y desapareció. Hasta ayer.

Ayer tuve una digestión pesada todo el día, como si me hubiera comido un ladrillo. Por la tarde tenía tantos gases acumulados que sentía horribles hincones y entre los hincones surgió nuevamente el dolorcito. Lo que yo sentía ayer era que los gases me oprimían la zona de los nódulos y me hacían doler.

Hoy no salí de casa, salvo para ir a la farmacia, consulté al doctor y me recetó un enzima digestiva. La tomé y resultó muy buena. La sensación de los gases ha cedido y me siento más ligera, pero lo malo es que ahora siento clarito el hincón debajo de mi costilla. Es como si algo ahí adentro estuviera chocando contra  otro algo, a falta de espacio.

Me doy cuenta que es la primera vez que me operan y no me extraen el tumor, esta vez me retiraron un nódulo pero hay varios otros chiquititos “que van a desaparecer con la quimioterapia”.
Trato de no pensar, de no ponerme nerviosa. Paso la mano debajo de mi costilla y siento un bultito al tacto, y me duele.

Se está librando una batalla en estos momentos dentro de mí, y yo solo soy eso: el campo de batalla. Mañana le informaré a mi oncólogo y que él se encargue.

Señor, dame serenidad y confianza para afrontar este periodo de incertidumbre. Estoy segura que si el dolor cesa, las preocupaciones se pasan.

jueves, 9 de febrero de 2012

Una pequeña gran victoria


El lunes no llegué a ir al seguro a sustentar mi caso. Mi médico me informó que no le habían confirmado la hora exacta de la reunión, así que me quedé con los crespos hechos… es decir con mi carta de descargo, con el informe de mi médico cirujano y la copia de todos los chequeos preventivos anuales que me habían encontrado sana durante los últimos años.

A la mañana siguiente, recibí una llamada de la propia gerente de salud del seguro, quien me decía que habían evaluado mi caso y los médicos habían cambiado de opinión, es decir aceptaban mi cobertura. La gerente sabía que yo iría a presentar mi carta y me llamaba para recibirme ella personalmente y conversar conmigo.

La situación fue al revés de lo esperado, la que presentaba los descargos era ella, diciendo que como se trataba de un caso raro habían surgido contradicciones, pero que de ahora en adelante contaba la cobertura total -¡YEH!!!- y que como yo había costeado mis dos primeros tratamientos, que presentara los documentos y me iban a reembolsar lo gastado.

Salí, saltando en un pie. La verdad me sentía algo aturdida, parecía un sueño… Pensé en lo privilegiada que era de contar con un médico guerrero como yo y, además, respetado e influyente.

Mi dignidad ha sido restablecida. La autoestima de sobreviviente oncológica se ha fortalecido. Me siento tan afortunada que me dan ganas de llorar por aquellos que no están en mi situación privilegiada.

Pero se ha hecho justicia. Esta gran empresa aseguradora ha tenido que “entender” que yo he estado bien, sin mayor riesgo de morir de cáncer que de un accidente de tránsito, aunque para el sistema yo era una “excluida”.

Ahora, con  este precedente habrá que seguir luchando por nuestros derechos en relación a los seguros de salud y de desgravamen, por ejemplo.


Señor, gracias por todos los que han rezado por mí. Sé que hay algunos que se sintieron defraudados de que Dios no les hiciera el milagro para que mis resultados patológicos no dieran con la palabra cáncer, pero esta pequeña victoria es una gran victoria. A veces los seguros resultan más resistentes que el propio cáncer. Ilumina a los que trabajan ahí, tócales el corazón para que sean más justos y más pacientes se puedan beneficiar sin tanto desgaste emocional.

sábado, 4 de febrero de 2012

El tercer día de mi segunda quimio


Gracias a Dios y a las muevas medicinas estoy perfecta. Tal vez sienta la digestión un poco lenta, pero nada más.  El primer día la sesión duró siete horas, pero todo bien. Mi oncólogo acostumbra que sus pacientes reciban una sesión de hidratación al segundo día de la quimio, te colocan un suero con el medicamento para proteger el estómago, luego te ponen la dexametasona y por último el protector gástrico.

A partir del tercer día tomo un Omeoprasol en ayunas y una pastillita para evitar las náuseas dos veces al día. Tengo que tomar dos litros y medio de líquidos al día y comer sano.
En la clínica a la que acudo, me encuentro con más mujeres que hombres. Los hombres pasan desapercibidos, las mujeres no. Algunas no tienen ningún signo físico de estar con tratamiento. Hay chicas regias (operadas de mama) que evidentemente llevan pelucas, van maquilladas, llevan su laptop y siguen su vida como si nada. Otras mujeres van totalmente peladas, a lo Sinead O´Connor, maquilladas y bien arregladas, las menos (deben sentirse un poco más abatidas) llevan su pañuelito o una peluca que ya necesita un retoque.

Yo me puse un turbante coquetón que me he comprado en Iñaqui, una tienda que queda en Bellísima, el centro de belleza de Marina Mora, así voy más cómoda.

Me ha llamado la atención que ninguna de las pacientes estuviera amarilla (como me puse yo hace 18 años) o pálida. La enfermera me dice que depende del tratamiento pero que ahora las drogas son mejores y no producen tantos estragos en el  hígado. Le pregunto si en el seguro social y en Oncosalud te ponen las mismas medicinas – me saco el clavo, por fin-, me informa que no, que te ponen genéricos, que aunque te curan no te evitan los estragos.

En ese momento, tomo la decisión de seguir pagando mi tratamiento en forma particular, si no me aprueba la cobertura mi seguro particular  (ya me han rechazado tres veces). Yo que he sobrevivido tantos años y sé lo que son los achaques post quimio y radio, no voy a escatimar en mi salud. Tengo que cuidar mis venas, cuidar mi hígado, mis riñones… todo mi organismo. Vale la pena reducir la intoxicación y los efectos secundarios.

El lunes tengo cita en el seguro, ahora sí van a conocer a Miski Guerrera, la afiliada que después de 18 años de sobrevivir al cáncer no le teme a nada.

Hoy he recibido una iluminación. Voy a  hacerme unas fotos para colocar en mi perfil del blog y para la carátula del libro que estoy preparando “Sueños y Sombras. Mi primera batalla”. Las fotos darán que hablar.

Gracias, Señor por este cuerpo luchador que recibe con alegría su quimioterapia, gracias por el apoyo de mis amigos y seguidores. Gracias por permitirme expresarme y compartir mis experiencias. Son mi mejor cura.

jueves, 2 de febrero de 2012

La peor parte: dar la noticia

Ayer me puse mi peluca nueva, con un corte envidiable, cerquillo lacio, sin mis clásicos rulos y castaña clara en lugar de mis habituales mechas rojas.

Me preocupaba mucho ir a mi clase con los niños y qué se dieran cuenta. ¿Se dieran cuenta de qué?? ¿De que tenía peluca? ¿O qué tenía cáncer?? 

Para disimular me puse mi pañuelito como siempre, pero el pelo estaba más largo, más lacio y de otro color…Ni bien entré todos me quedaron mirando y a boca de jarro me preguntaron: “¿Qué te has hecho?” A lo que yo les contesté: “Me cambié de pelo. Un día me gusta lacio, otro crespo, otro con pañuelo…” “Ah, tienes peluca” fue la conclusión y nadie volvió a preguntar nada más. ¡Uf!

Por la tarde, me reuní con un par de amigos, esta vez fui con la peluca y sin pañuelo. Me sentía con conflicto de identidad, pero ellos me dijeron: “¡Qué bien estás!” Yo no me sentía tan bien como ellos sostenían. “Son amables”, pensé. Y como me sentía horrible por no haberles contado nada hasta ese momento, les dije la verdad.

Casi tuve que recoger del piso a mi joven amigo, su enamorada lo tomó con más madurez, pero era evidente que él estaba punto de llorar como si estuviese viendo mi funeral.

Cuando le dije que el pronóstico era bueno y que ya era la tercera vez que enfrentaba este mal, se puso un poco mejor, pero su rostro seguía mostrando perplejidad.

Me sentí mala,  cruel por haberles dado este notición cuando nos tomábamos un heladito a media tarde. Me sentí bien porque convencí a alguien más que el cáncer no necesariamente te mata. Yo soy la prueba viviente.

Se los conté porque no haberlo hecho podría ser considerado una traición. Pase lo que pase, reaccionen como reacciones, mis amigos merecen conocer mi estado de salud. Mis enemigos, no.

Señor, te doy gracias por los ángeles que me envías a diario, los que te encuentran, te invitan un jugo y se ponen a  orar contigo con todas su alma. Bendícelos, señor. ¡Cólmalos de felicidad!