Hace poco me reencontré con una antigua amiga. Yo la
llamé para pedirle un favor, y noté en
su voz un extraño tono de sorpresa. Cuando nos vimos, me contó que había
enfrentado un cáncer de mama hacía tres años. Conversamos con gran naturalidad
sobre el tema porque ella sabía que yo había tenido cáncer muchos años atrás y
lo había superado. Entonces entendí la razón de ese extraño tono en su voz.
Unos días después me encontré con otro amigo que no se había
dado cuenta que yo estaba con descanso médico, al contarle mi situación me empezó
a consolar con grandes argumentos y al final descubrí que a él le habían encontrado
células amenazantes y también estaba
enfrentando un tratamiento. Los dos habíamos coincidido en tiempos para nuestros
tratamientos, la diferencia es que él había seguido trabajando con ahínco y yo
no.
La realidad es que todos convivimos con el cáncer. Las
mujeres vivimos bajo la amenaza de que
nos encuentren algo en cada chequeo anual con el ginecólogo. Las valientes lo
afrontamos, las cobardes simplemente no se chequean.
Sé que me he convertido en un modelo de lucha para los que
conocen mi historia, pero hay muchas historias que se están dando a nuestro
lado o a la vuelta de la esquina y de las cuales nos enteramos casualmente o
tal vez no nos enteremos nunca.
Pero muchas de estas historias tienen un final feliz. El
cáncer puede vencerse, es decir, controlarse. Tenemos que luchar para que la
palabra “cáncer” deje de ser sinónimo de muerte. Yo personalmente conozco más de 10. Sus nombres: Silvia 1 , Silvia 2, Ana, Lucha, Giani, Elbita, Mónica, Cecilia, Hugo, Marisabel, Malu y Vicky.
Hace poco me entrevistaron para un programa de TV. El mío
será uno de tres testimonios de mujeres que hemos sobrevivido. Hay mucho que difundir al respecto.
Gracias, Dios mío, por
las historias de diagnóstico oportuno, por las historias de tratamientos
exitosos, que nos dan esperanza a todos los que estamos en la lucha, y además
le dan valor a los que tienen que ir a sus chequeos preventivos.