En mi vida se suceden los acontecimientos a veces con mucha
rapidez y no me dejan darme cuenta de lo que realmente está ocurriendo.
Así me ha pasado con este tema de ser estrella de TV. Salir en el Programa Cuídate Mucho ha sido un paso muy
importante para mí. Salir a contar mi historia a través de una entrevista dando
mi cara, con mi nombre y apellido, sin seudónimos. No era Miski, la guerrera, era
Rosa María, la escritora.
Verme en TV fue un
cúmulo de emociones desconcertantes. Justo para ese fin de semana mi hermana me
había pedido que su hija de 15 años se quedara conmigo, yo ya estaba
comprometida cuando me avisaron que salía el programa, esa noche. Yo no le dije
nada, esperando que quisiera irse a ver su facebook o jugar algo en la compu, pero
no ella se acomodó a mi lado a ver la TV. Yo estaba aterrada.
El programa empezó y yo sentí PUDOR, MIEDO, VERGÜENZA, todo
al mismo tiempo, lo único parecido que se me ocurre se denomina AMPAY.
Yo conocía mi historia, he trabajado mucho la de Miski, pero
en la TV discurría otra, la que el programa contaba de mí. Y sí, era yo
hablando de mi vida, de mis tres cánceres, de mi separación, de mi
sobrevivencia, de mi misión con los niños. También estaban las historias de las
otras dos chicas, valerosas y optimistas.
Sobreviví a la emisión del programa, pero quedé en estado de
shock. No tenía mucho tiempo para digerir lo que me estaba pasando porque al
día siguiente, recibiría a mis pequeños escritores a las 10 am y por la tarde
sería una estrella de la Literatura Infantil en mi encuentro de Halloween con
mis lectores en una de las mejores librerías de Lima. Y yo estaba a cargo de la
producción. Por la noche me fui al cine a olvidarme de todo con una película a
la medida de mi evasión.
El domingo se cumplían 23 años de la muerte de mi mamá. Mi hermana
había reservado misa las 10,30, pero yo
no fui. A esa hora me estaba dirigiendo a Quebrada Verde en Pachacámac para
hacer el circuito y luego convertirme nuevamente en estrella solidaria y dirigir un taller con los
niños de la zona.
El tiempo y las fuerzas me alcanzaron milagrosamente para
hacer todo y volví a mi casa como a las ocho de la noche.
Caí rendida, no pensé en nada y dormí hasta el día
siguiente. El lunes me levanté temprano, corregí lo exámenes parciales de mis
alumnos de la universidad, me preparé mi desayuno y justo cuando me iba a bañar
me di cuenta que eran las 10.10 y que mi clase no era a las 11 sino que ya
había empezado sin mí. Tuve que llamar, dar una excusa y volver a la rutina lo
más rápido posible.
Esta fue la primera señal de mi turbación emocional. La semana fue dura, felizmente resolví los
temas de trabajo, pero tuve que ir todos
los días. Hay que decirlo, las estrellas también trabajan y mucho; y tienen sus
pequeñas estrelladas…
Hoy he llorado al ver unas fotos de mujeres con cáncer de
mama, de mujeres luchadoras como Miski y como yo, que dan la cara. Me he dado
cuenta que es la primera vez que lloro en todo este proceso. Y no lloro por autocompasión
o por miedo, lloro porque estoy muy sensible. Lloro porque hay gente que me ha
escrito, que me ha dicho que vio el programa, lloro por los mensajes
solidarios. Lloro por las pequeñas alegrías y las grandes tristezas. Lloro
porque estoy sola en casa y puedo llorar. Y, tal vez, simplemente llore porque
necesito un abrazo en este momento.
Esto de ser adulto es difícil, ser una estrella (aunque efímera)
de TV es aún peor.
Señor, Gracias, por mi
círculo cercano de apoyo, gracias por los ángeles como Mercedes Cardoso, que se
comprometen con causas para otros imposibles, gracias por el valor que me obsequias cada día para
que pueda seguir con mi vida y brillar como la estrella que quieres que sea.