Hace un par de días, tal vez tres, asistí a la cita con mi
ginecólogo oncólogo para que me extrajera el nódulo que se ha manifestado al
fondo de la vagina.
Si alguna vez has ido al ginecólogo y te han hecho el papanicolaou,
ya te imaginarás la situación. Solo que esta vez había un monitor de TV y otro
aparato que no sé que era.
Bien tapada con mi batita estaba yo tendida en la camilla
esperando que me anestesiarán o me inyectaran un relajante cuando el doctor
atacó, empezó a introducirme el espéculo (así se llama ese horrible aparato) y
por supuesto no entraba…
-“Relájese” me decía la enfermera, pensando que con su voz
dulce llegaría disipar mis peores miedos
y temores.
-“¡AY!!” -era mi respuesta- ¡AUUUUU!, ¡AUCHHHH!, ¡AYYYYY!
De pronto se manifestó el doctor furibundo:
-Así no vamos a poder continuar… si no aguantas ni que te
ponga el espéculo imagínate si sangras y te tengo que cauterizar…
-Pero, doctor, ¿no me va
a anestesiar??? -Pregunta ingenua, mi médico había decidido proceder "al
natural”, sin mi consentimiento.
-El único dolor que se aguanta es el ajeno- dijo el doctor
algo conciliador- Vamos a tener que sedarte.- Perfecto, pensé, ahora sí me
inyectarán algo, pero no. De pronto escuché- Cámbiate, tenemos que pedir sala,
aquí no puedo hacerlo.
¿WHATTTTTTTTTTTT???????????? ¿Qué
pasó? ¿De qué me perdí? Si no podía hacerlo ahí, ¿qué hacíamos ahí…??
-Cámbiate -me ordenó la enfermera.
Los ojos se me llenaron de
lágrimas y me eché a llorar. Encerrada en el bañito-cambiador, lloré, lloré y
lloré…. Mi feminidad había sido ofendida. Un tractor había pasado encima de mí y
yo no me había dado cuenta.
El espéculo no me entraba ¿y yo tenía
la culpa? WHATTTTT???? Todo sonaba a que yo era una caprichosa y le estaba
haciendo perder el tiempo al doctor. Pero yo había sido muy clara y le había
insistido en que me anestesiara porque ya había sido torturada en una
experiencia anterior con otro médico. Me habían hecho una biopsia y casi me
muero del dolor. “No quiero que me torture, doctor”, le había dicho claramente pero
él no había entendido. O no quiso entender.
Quince minutos después, salí con
mis ojos hinchados y la nariz roja, dispuesta defender mi cuerpo de cualquier
agresor. Pensé que este también es un tipo de violencia contra la mujer, una
violencia clínica, tal vez de emergencia oncológica… pero violencia. Me acordé hasta de Foucalt
y los mecanismos de control del estado, pensé que “el Estado cree que el cuerpo
de las mujeres les pertenece”. Mi doctor como trabaja en Neoplásicas, que es un
hospital el Estado pensará que puede decidir sobre las vaginas ajenas. Pudo
haber tener la mejor de las intenciones en apurarse a extraer el nódulo y hacer
el análisis patológico que necesitamos para que podamos seguir evaluando mi
caso y hacer el tratamiento correcto. Pero de ahí a decidir sobre mi cuerpo y
sobre mi dolor... no considerar mi voluntad… ¡Oh, craso error!! Esta vagina es
mía y estoy dispuesta a defenderla hasta las últimas consecuencias.
Alguien le tiene que decir a los
médicos ginecólogos, que las vaginas son de las mujeres, no del Estado, y que
no es verdad que no se sienta dolor. Si son el centro del placer, cómo no van a
sentir dolor… Pienso en la consulta con el dentista. En todo momento te ponen
anestesia aunque no quieras Pero por qué los ginecólogos no nos ponen
anestesia.
Ya me cansé de someterme en
silencio a estas revisiones humillantes. Algo tiene que cambiar…Yo no soy una
cosa, soy una persona. Y si los médicos piensan
que el dolor es imaginado o no lo es tanto, porque le cuerpo de la mujer está hecho
para soportar el dolor del parto. Entonces que se metan el espéculo por donde les quepa, sin
vaselina y sin anestesia, y después me dicen si duele o no.
Gracias, Señor por la claridad que
nos llega después de los peores momentos de turbación. Dame fuerzas para luchar
por los derechos de la mujer frente a la consulta ginecológica e ilumina a los
doctores para que nos comprendan.