jueves, 31 de enero de 2013

Unos días libres


El viernes pasado terminé mi radio (25 sesiones) y el próximo martes empiezo mi quimio, la tercera quimio de mi vida (o por mi vida). Entonces disfruto unos días libres, para recuperar mi organismo, prepararme anímicamente y darle curso a ciertos pendientes.

El doctor debe haberse reunido en junta de médicos para decidir el mejor tratamiento para mí, yo le he dicho que lo dejo en sus manos y nos vemos el martes… Cuanto menos sepa, mejor.

Mi situación es bastante prometedora, sin embargo a mí me interesa conocer los riesgos. El radioterapista dice que no se puede dar radio a la misma zona dos veces (yo no sabía eso), es decir que si mis nódulos no hubieran desaparecido no me podrían volver a radiar.

Mi oncólogo, ha tenido que estudiar los químicos que me pusieron antes, los que me puso él hace un año, para optar por la combinación adecuada en este momento. Yo le pregunté por los tratamientos biológicos (esos que te hacen especialmente para tu tumor y no te trae efectos secundarios) pero dice que no se adecua al tipo de cáncer que yo tengo. Me explicó que se aplica para mama, para colon y algunos más pero no para mi caso. Tal vez más adelanto me dijo, no quise preguntar por qué.

A veces hay que dejar espacios para el misterio, para la confianza en el médico, para que Dios actúe con toda su bondad y sabiduría. No podemos controlarlo todo.

Yo vivo estos días como una cuenta regresiva, equilibrando lo que quiero hacer con lo que tengo que hacer. No sé cómo reaccionará mi cuerpo, esperemos que tolere bien el tratamiento.

Sé que tengo que tomar algunas precauciones importantes ahora que vivo sola, tal vez me mude unos días, tal vez no. Ya les contaré.


Gracias, Dios Mío, por las nuevas oportunidades que nos pones delante, gracias por la esperanza de recuperación, por la fuerza para luchar, por el apoyo de médicos, amigos, familiares. Gracias por todos los ángeles que me envías para sostenerme. Y muchas, muchas gracias por este regalo de la vida.

domingo, 20 de enero de 2013

¡Me faltan 5 sesiones!!!! A celebrar!!!


El viernes fui a mi control con el médico radioncólogo, el doctor M, y después de evaluarme me dijo que ya no me iban a dar 28 sesiones de radio, sino solo 25. ¡YEHHHHHH!!!! Es decir el próximo viernes termino.

Estaba tan emocionada por la noticia- que yo la tomé como buena- que no averigüé exactamente por qué. El doctor me dijo que no querían que se me formaran fibrosis ni nada por el estilo porque la zona ya había sido irradiada anteriormente. ¿Tendría algo que ver con la cistitis que me ha empezado hace una semana?, justo el día en que estoy casi-segura que me emitieron los rayos por encima de mi vientre y no por debajo… como es usualmente.

Lo cierto es que el doctor me recetó Frutaenzima para ayudar a la digestión y el Piridium tres veces al día para la cistitis, por cinco días más. Pero esa tarde el dolor de la vejiga fue atroz. No podía aguantar casi nada de pila y al orinar me venía un ardor horrible (como si me exprimieran limón en una herida). Gracias a Dios, el dolor ha ido cediendo y es más tolerable.

Para olvidarme de mis males fui ayer a una clase de danza árabe sanadora. Y puse en suave movimiento mis articulaciones irradiadas, mi pelvis adolorida. Mi cuerpo y yo disfrutamos la clase, que fue solo movimiento porque no pudo ser acompañada de música porque –para quienes me conocen-  hubo un repentino apagón en la zona esa mañana.

Estos días estoy de peatona. He dejado mi carro en el taller y creo que lo voy a vender. Manejar me estresa un montón, y como no estoy yendo a la playa, me puedo movilizar en micros o en taxis.

A pesar de  todos mis temores, porque la radiación que recibí hace 15 años me dejó un poco más que paralizada, me sorprendo de poder caminar o hacer ejercicio sin que me duela la cintura. El doctor se sorprendió cuando le dije que me iba a meter al gimnasio. “No haga nada que fuerce su organismo…” me sugirió. Pero yo bailo zumba y hago gimnasia, dos veces por semana, y en casa le doy a la bicicleta estacionaria, porque los pies amenazaban con provocarme calambres.

Tal vez ayude el hecho que he recibido Okiyomé (la luz divina de los mahikaris) de la mano de una amiga sanadora, he visitado a mi doctora bioenergética, tomo las hierbas chinas y cada dos días me coloco emplastos de arcilla bioactivada en la zona irradiada.

He descubierto que amo mi cuerpo gordito, irradiado, pinchado, marcado (llevo tres círculos con una cruz al centro, cual miras telescópica como guías para la radiación).Mi cuerpito de 50 años que va camino de los 51 ya ha recuperado el cabello, no ha tenido problemas con los dientes, soporta bien la diarrea y ahora está venciendo la cistitis. Amo mi cuerpo con sus arruguitas, sus rollitos de más, sus venitas como arañitas. Es un cuerpo que ha vivido y que ha luchado. Es un cuerpo que quiere seguir viviendo y al que pronto voy a premiar con unos días frente al mar y con ropita bonita para estrenar…

Gracias, Señor, por el apoyo de los sanadores amigos, gracias por esas palabras de aliento o por el comentario oportuno que nos llega de la voz de un ángel – uno de tus muchos ángeles-. Gracias por la ilusión, por los sueños, por la esperanza, por la fe y, sobre todo, gracias por el Amor, tú gran amor.

viernes, 18 de enero de 2013

Veinte sesiones


Hoy tendré ni control por las 20 sesiones de mi tratamiento de radioterapia. Me faltan ocho y habremos finalizado este capítulo de mi lucha contra los nuevos nódulos.

Ayer conversaba sobre mi situación con un primo, entre nos, un gurú en comida natural, autocontrol y un iniciado en el tema del ayahuasca. Para mí, es un sanador.

Conversamos sobre mi consulta a mi doctora bioenergética, lo que ella me había indicado “Hay algo que tienes que resolver, que aún no has logrado.” Algo que tiene que ver con mi maternidad (no maternidad en mi caso), mi familia, mi filiación en el sentido más amplio.

Sí, es verdad, la presencia de estos nódulos me ha golpeado, me ha herido profundamente en mi ego. Yo soy muy competitiva y esos nódulos me han tomado desprevenida, con la guardia baja.
¿Dónde estaban mis defensas? ¿Qué le pasa a mi sistema inmunológico que no me defiende? ¿En qué anda ocupado mi cuerpo? Si es una forma de comunicación de mi cuerpo ¿qué me quiere decir?? ¿Qué debo cambiar??

Ya he cambiado de casa, ahora vivo sola. He cambiado de dieta, soy vegetariana y me cuido en lo que como. Lo que no he cambiado es mi forma de ganarme la vida. Hay sueños que siguen postergados. Y hay un tema que no cambia hace tiempo: no tengo pareja.

Una amiga también sanadora, me ayudaba a reflexionar. “Vuelve a escribir para adultos”, me sugería, “vuelve a tus cuentos de personajes femeninos a tu poesía erótica. Y si necesitas cámbiate de trabajo”.

Tantas reflexiones me tienen un poco aturdida. No sé cuál es mi posición en esto, por eso no he escrito con la frecuencia de antes.

Además las urgencias del día a día, me demandan mucha concentración. Alimentarme bien, evitar las diarreas, hacer ejercicio para que no se atrofien mis músculos otra vez. Colocarme emplastos de arcilla. Tomar graviola, mis pastillas de anticancerlín, hervir las hierbas chinas sin quemar la olla… descansar.
Lo que más me agota es ir a  las sesiones de radio a las 3,30 de la tarde, justo a la hora de la siesta, cuando mi cuerpo pagaría lo que sea por dormir un rato más. No sé si soy yo o si la máquina es caprichosa, pero lo cierto es que uno nunca sabe cuánto durarán las sesiones. A veces duran 10 minutos, a veces media hora.

Ingreso al cuarto del acelerador lineal, la encargada cambia la sábana a toda velocidad, me echo en la camilla, me bajo el pantalón y me subo la blusa, dejando mi vientre al aire, las encargadas me acomodan guiándose por una cruces que tengo marcadas en mi cuerpo. Una vez ubicada,  elevan la camilla. El aparato que tiene un plato giratorio está a escasos 20 centímetros de mi cuerpo. El brazo gira y el plato se coloca debajo de la camilla y desde allí me apunta con sus rayos. Hay una pantalla del computador donde alcanzo a ver las órdenes que le dan al acelerador lineal. Se despliega un menú, se despliega otro y otro, hasta que sale una ventanita roja y se escucha el zumbido. Cuento hasta 10, hasta 19 o hasta 20, algunas veces. Nunca dura lo mismo.

Luego vuelve a girar el brazo, se detiene a la altura de mi cadera izquierda, una de las encargadas ingresa y cambia una especie de filtro que le ponen al plato, se retira y empiezan con los comandos del computador y al ratito va el zumbido… 1,2, 3…19…23 y nos detenemos. Vuelve a girar el brazo y me apuntan por el lado derecho…19…23…30. O yo llevo mal la cuenta o me dan diferentes tiempos por cada lado.

Luego me bajan, me acomodo la ropa y salgo corriendo. Debo pasar por el baño porque me urge. No me hago ninguna bola al respecto. Si el baño está cerrado, busco otros u otro. No siento vergüenza, es parte de este proceso y lo vivo con dignidad.


Gracias, Señor por hacer que las 20 sesiones se pasen volando, gracias por tantas personas buenas que pones en mi camino y por tantos sanadores del cuerpo y del espíritu que están cerca a mí. ¡Bendiciones para ellos!