El viernes fui a mi control con el médico radioncólogo, el
doctor M, y después de evaluarme me dijo que ya no me iban a dar 28
sesiones de radio, sino solo 25. ¡YEHHHHHH!!!! Es decir el próximo viernes
termino.
Estaba tan emocionada por la noticia- que yo la tomé como
buena- que no averigüé exactamente por qué. El doctor me dijo que no querían
que se me formaran fibrosis ni nada por el estilo porque la zona ya había sido
irradiada anteriormente. ¿Tendría algo que ver con la cistitis que me ha
empezado hace una semana?, justo el día en que estoy casi-segura que me
emitieron los rayos por encima de mi vientre y no por debajo… como es
usualmente.
Lo cierto es que el doctor me recetó Frutaenzima para ayudar
a la digestión y el Piridium tres veces al día para la cistitis, por cinco días
más. Pero esa tarde el dolor de la vejiga fue atroz. No podía aguantar casi
nada de pila y al orinar me venía un ardor horrible (como si me exprimieran
limón en una herida). Gracias a Dios, el dolor ha ido cediendo y es más
tolerable.
Para olvidarme de mis males fui ayer a una clase de danza
árabe sanadora. Y puse en suave movimiento mis articulaciones irradiadas, mi
pelvis adolorida. Mi cuerpo y yo disfrutamos la clase, que fue solo movimiento
porque no pudo ser acompañada de música porque –para quienes me conocen- hubo un repentino apagón en la zona esa
mañana.
Estos días estoy de peatona. He dejado mi carro en el taller
y creo que lo voy a vender. Manejar me estresa un montón, y como no estoy yendo
a la playa, me puedo movilizar en micros o en taxis.
A pesar de todos mis
temores, porque la radiación que recibí hace 15 años me dejó un poco más que
paralizada, me sorprendo de poder caminar o hacer ejercicio sin que me duela la
cintura. El doctor se sorprendió cuando le dije que me iba a meter al gimnasio.
“No haga nada que fuerce su organismo…” me sugirió. Pero yo bailo zumba y hago
gimnasia, dos veces por semana, y en casa le doy a la bicicleta estacionaria, porque
los pies amenazaban con provocarme calambres.
Tal vez ayude el hecho que he recibido Okiyomé (la luz divina de los mahikaris)
de la mano de una amiga sanadora, he visitado a mi doctora bioenergética, tomo
las hierbas chinas y cada dos días me coloco emplastos de arcilla bioactivada
en la zona irradiada.
He descubierto que amo mi cuerpo gordito, irradiado,
pinchado, marcado (llevo tres círculos con una cruz al centro, cual miras
telescópica como guías para la radiación).Mi cuerpito de 50 años que va camino
de los 51 ya ha recuperado el cabello, no ha tenido problemas con los dientes,
soporta bien la diarrea y ahora está venciendo la cistitis. Amo mi cuerpo con
sus arruguitas, sus rollitos de más, sus venitas como arañitas. Es un cuerpo
que ha vivido y que ha luchado. Es un cuerpo que quiere seguir viviendo y al
que pronto voy a premiar con unos días frente al mar y con ropita bonita para
estrenar…
Gracias, Señor, por el
apoyo de los sanadores amigos, gracias por esas palabras de aliento o por el
comentario oportuno que nos llega de la voz de un ángel – uno de tus muchos
ángeles-. Gracias por la ilusión, por los sueños, por la esperanza, por la fe y,
sobre todo, gracias por el Amor, tú gran amor.
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