El escritor chino Lin Yutang sostenía que uno puede
considerarse afortunado si come cuando
tiene hambre, duerme cuando tiene sueño o se rasca cuando le pica. Esos pequeños
grandes placeres son totalmente ciertos y nada mejor que un periodo de convalecencia
bien llevado para disfrutarlos.
Yo le agregaría un par de variantes en el caso de los pacientes
oncológico:
1-Tumbarse cuando el cuerpo no te da más y abandonarte al
ocio reparador sin remordimientos.
2-Rascarte el cuero cabelludo cuando te pica y descubrir que
no se trata de brotes de caspa, ni de ninguna alergia o sarpullido, sino de tu nuevo
cabello brotando por toda tu cabeza.
Desde la última semana me rasco la cabeza con indecencia, porque
tengo comezón y por el simple placer de sentir que nuevamente hay vida bajo mi
cuero (que fea palabra) cabelludo. En
cuanto surgió la sospecha de este milagro, me acerqué al espejo, prendí las luces
del tocador, me puse los lentes de cerca y para mejores resultados tomé en mis manos
el espejo de aumento que otrora usaba para depilarme. Y, sí, ahí estaba mi
nueva cabellera asomando al mundo con fuerza. De perfil mi cabeza parece un
alfiletero, pero no me importa. En un primer momento me asusté porque no toda la superficie tenía folículos pilosos
– me quedaré más calva que nunca, pensé- , pero no era así, casi imperceptibles
brillaban mis canitas un tanto camufladas con la piel. ¡Qué alivio!
Después de cuatro meses de una depilación brasileña gratis e
indolora voy a extrañar mi cuerpo exento de vellosidades. Estoy segura que mis
axilas, pelvis, bigote y patillas van a
salir a la luz antes que mis pestañas y mis cejas y tendré que volver a
preocuparme por la depilación con carácter de urgencia. ¡Pero será un gran placer!!!
Este idilio de mi cuerpo convaleciente va llegando a su fin, espero que junto a las
vellosidades y a mi nueva cabellera regresen también mis fuerzas, la energía
que necesito para volver a la normalidad (si es posible hablar de normalidad,
en mi caso).
Gracias, Señor, por
haberme permitido disfrutar de la vida en esta etapa de convalecencia, de los pequeños grandes placeres de alimentarte,
descansar o, simplemente, rascarme cuando me pica. Realmente me siento muy afortunada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario