miércoles, 16 de mayo de 2012

Los pequeños placeres de la vida


El escritor chino Lin Yutang sostenía que uno puede considerarse afortunado si  come cuando tiene hambre, duerme cuando tiene sueño o se rasca cuando le pica. Esos pequeños grandes placeres son totalmente ciertos y nada mejor que un periodo de convalecencia bien llevado para disfrutarlos.

Yo le agregaría un par de  variantes en el caso de los pacientes oncológico:

1-Tumbarse cuando el cuerpo no te da más y abandonarte al ocio reparador sin remordimientos.
2-Rascarte el cuero cabelludo cuando te pica y descubrir que no se trata de brotes de caspa, ni de ninguna alergia o sarpullido, sino de tu nuevo cabello brotando por toda tu cabeza.

Desde la última semana me rasco la cabeza con indecencia, porque tengo comezón y por el simple placer de sentir que nuevamente hay vida bajo mi cuero (que fea palabra) cabelludo.  En cuanto surgió la sospecha de este milagro, me acerqué al espejo, prendí las luces del tocador, me puse los lentes de cerca y para mejores resultados tomé en mis manos el espejo de aumento que otrora usaba para depilarme. Y, sí, ahí estaba mi nueva cabellera asomando al mundo con fuerza. De perfil mi cabeza parece un alfiletero, pero no me importa. En un primer momento me asusté porque  no toda la superficie tenía folículos pilosos – me quedaré más calva que nunca, pensé- , pero no era así, casi imperceptibles brillaban mis canitas un tanto camufladas con la piel. ¡Qué alivio!

Después de cuatro meses de una depilación brasileña gratis e indolora voy a extrañar mi cuerpo exento de vellosidades. Estoy segura que mis axilas, pelvis,  bigote y patillas van a salir a la luz antes que mis pestañas y mis cejas y tendré que volver a preocuparme por la depilación con carácter de urgencia. ¡Pero será un gran placer!!!

Este idilio de mi cuerpo convaleciente va  llegando a su fin, espero que junto a las vellosidades y a mi nueva cabellera regresen también mis fuerzas, la energía que necesito para volver a la normalidad (si es posible hablar de normalidad, en mi caso).


Gracias, Señor, por haberme permitido disfrutar de la vida en esta etapa de convalecencia, de  los pequeños grandes placeres de alimentarte, descansar o, simplemente, rascarme cuando me pica. Realmente me siento muy afortunada.

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