martes, 11 de septiembre de 2012

Un traspié por superar


No han pasado ni tres semanas de clases y ¡PLOP!!! Ya empecé a somatizar… Me brotó un herpes en el pecho y debajo del brazo. Gracias a Dios, que no me ha dolido tanto y que los brotes han sido realmente  pequeños. Mi sicóloga – sí ahora voy a una terapia de grupo- dice que eso me pasa por no hablar de lo que me molesta. ¡Mi cuerpo está protestando!!

Resulta que estoy aterrada de dejarme dominar por la rutina y las urgencias del trabajo. Es difícil para mí, no sentir cierta culpabilidad por haber estado ausente durante ocho meses y que el trabajo acumulado siga así, acumulado –sí, ¡estoy mal de la cabeza!!-.

Yo pretendo organizarme pero me doy cuenta que mis pares no respetan los tiempos de los demás. Hay que estar persiguiéndolos, replanteando citas, insistiendo porque te contesten. Así que ahora me doy cuenta que si no se avanza como se  debe, no es por mi culpa, sino por la ineficiencia de los otros miembros del equipo. Pero como no me gusta integrar un equipo ineficiente estoy dispuesta a apoyar incondicionalmente y ¡…ahí está la trampa!!! Debo aceptar que no integro el quipo de los 4 fantásticos sino el de los 3 gatos que cantan desentonados… ¡Qué golpe para mi ego!!!

Corolario: debo repensar mis prioridades laborales. Debo ponerme límites y aceptar las limitaciones de los presupuestos, los cronogramas, etc. Sin perder el ánimo.


Señor, dame fuerzas para aceptar que no puedo detener las turbulencias de la vida, que debo esperar que pasen sin tomarlo como algo personal. Bendice a mi equipo para que recupere el equilibrio perdido y trabajemos en armonía.

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