En 19 años como paciente oncológica puedo dar fe de cómo
avanza la ciencia en beneficio de un buen diagnóstico o a favor de mayor
exactitud y precisión durante el tratamiento.
En mis primeras dos experiencias de lucha contra el cáncer
(años 1993-94 y 1997) recuerdo que
enfrentar el día de control era un acto heroico. El oncólogo me pedía un examen de sangre completo y un marcador
Ca 125, una placa de tórax y una ecografía abdominal-pélvica. Además me hacía
un examen clínico minucioso en busca de ganglios inflamados o alguna otra
señal.
Esos minutos de silencio durante los cuales el doctor, leía
los informes y observaba las imágenes se me contenía la respiración. Y cuando
por fin el médico me decía “Vamos bien” o algo así, me retornaba el alma al
cuerpo. Al principio estos controles eran cada tres meses, luego cada cuatro, luego
cada seis y por último cada año. Hubo momentos terribles en que me enfermaba días
previos a la fecha del control.
Mis nervios me traicionaban. Si en esa época me
hubieran dicho que alguna célula había escapado al tratamiento me hubiera
desmoronado y entrado en crisis.
Hoy podría decir que mi peor miedo se ha hecho realidad. Durante
el último control me han detectado dos pequeños nódulos que han escapado al
tratamiento o que se han desarrollado una vez concluido este. Han pasado seis meses
de mi última quimio y esta es la novedad.
Sí, estoy enfrentando un momento difícil, pero no me siento
agobiada. Esta nueva tecnología del diagnóstico por imágenes ya venía mostrando
cierta situación que se interpretó inicialmente como la huella de mi operación anterior,
pero ahora ha mostrado una señal de alarma. Han pasado solo 20 días y ya me extrajeron
uno de los nódulos, ya lo analizaron y ya estoy por iniciar un nuevo tratamiento.
Esto es lo que se llamaría un diagnóstico precoz. En otras épocas este nódulo
no se hubiera detectado hasta que hubiera presentado molestias y la ecografía
solo hubiera detectado aquella actividad visible para ese método.
No me gusta creer que todo lo que aparece en la resonancia
es cierto. Me gustaría pensar que mi cuerpo se va a defender solo y que podría
desaparece el nódulo por su cuenta. Quisiera apostar que si esperamos unos
meses tal vez cambie el panorama, pero para qué arriesgarme.
En estos días me tomarán una tomografía especial para que sirva
de guía para la radioterapia, de modo que puedan atacar localizadamente la zona afectada. Ahora estoy en manos de un
radioterapista, un doctor que también trabaja en el INEM y que se une a mi
equipo de salvadores.
He empezado nuevamente a realizar los códigos curativos,
estoy trabajando el autocontrol. Mi frase del día es “Puedo triunfar o puedo
fracasar, pero al menos sabré que el miedo no me paraliza. Confío en la vida y en
la voluntad de Dios”. Así sea.
Gracias, Señor por los
avances de la ciencia, por los doctores que no escatiman su tiempo, porque no
soy una historia clínica ni una estadística más. Para todo el equipo médico soy
Miski o Miskita (en diminutivo). Todos me saludan, me apoyan, me alientan y se
preocupan sinceramente por mí. Gracias, Señor, por tantas bendiciones.
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