martes, 4 de diciembre de 2012

Nuevamente… ¡al ataque!!!


En 19 años como paciente oncológica puedo dar fe de cómo avanza la ciencia en beneficio de un buen diagnóstico o a favor de mayor exactitud y precisión durante el tratamiento.

En mis primeras dos experiencias de lucha contra el cáncer (años 1993-94  y 1997) recuerdo que enfrentar el día de control era un acto heroico. El oncólogo  me pedía un examen de sangre completo y un marcador Ca 125, una placa de tórax y una ecografía abdominal-pélvica. Además me hacía un examen clínico minucioso en busca de ganglios inflamados o alguna otra señal.

Esos minutos de silencio durante los cuales el doctor, leía los informes y observaba las imágenes se me contenía la respiración. Y cuando por fin el médico me decía “Vamos bien” o algo así, me retornaba el alma al cuerpo. Al principio estos controles eran cada tres meses, luego cada cuatro, luego cada seis y por último cada año. Hubo momentos terribles en que me enfermaba días previos a la fecha del control. 

Mis nervios me traicionaban. Si en esa época me hubieran dicho que alguna célula había escapado al tratamiento me hubiera desmoronado y entrado en crisis.

Hoy podría decir que mi peor miedo se ha hecho realidad. Durante el último control me han detectado dos pequeños nódulos que han escapado al tratamiento o que se han desarrollado una vez concluido este. Han pasado seis meses de mi última quimio y esta es la novedad.

Sí, estoy enfrentando un momento difícil, pero no me siento agobiada. Esta nueva tecnología del diagnóstico por imágenes ya venía mostrando cierta situación que se interpretó inicialmente como la huella de mi operación anterior, pero ahora ha mostrado una señal de alarma. Han pasado solo 20 días y ya me extrajeron uno de los nódulos, ya lo analizaron y ya estoy por iniciar un nuevo tratamiento. Esto es lo que se llamaría un diagnóstico precoz. En otras épocas este nódulo no se hubiera detectado hasta que hubiera presentado molestias y la ecografía solo hubiera detectado aquella actividad visible para ese método.

No me gusta creer que todo lo que aparece en la resonancia es cierto. Me gustaría pensar que mi cuerpo se va a defender solo y que podría desaparece el nódulo por su cuenta. Quisiera apostar que si esperamos unos meses tal vez cambie el panorama, pero para qué arriesgarme.

En estos días me tomarán una tomografía especial para que sirva de guía para la radioterapia, de modo que puedan atacar localizadamente  la zona afectada. Ahora estoy en manos de un radioterapista, un doctor que también trabaja en el INEM y que se une a mi equipo de salvadores.

He empezado nuevamente a realizar los códigos curativos, estoy trabajando el autocontrol. Mi frase del día es “Puedo triunfar o puedo fracasar, pero al menos sabré que el miedo no me paraliza. Confío en la vida y en la voluntad de Dios”. Así sea.


Gracias, Señor por los avances de la ciencia, por los doctores que no escatiman su tiempo, porque no soy una historia clínica ni una estadística más. Para todo el equipo médico soy Miski o Miskita (en diminutivo). Todos me saludan, me apoyan, me alientan y se preocupan sinceramente por mí. Gracias, Señor, por tantas bendiciones.

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