El miércoles 1 de mayo, mientras la mayoría celebraba el Día
el Trabajo, yo iba rumbo a Aliada (Oncocare se ha convertido en Aliada contra
el Cáncer), para recibir mi quinta quimioterapia.
El doctor C me preguntó cómo iba de mis energías, a cuánto
de mi capacidad estaba. Al 30% le contesté. Entonces me dijo que aguantara un
poco más que luego del tratamiento ya volvería a ser la misma Miski de antes.
Lo de las energías es algo difícil de determinar. La semana
pasada era mi semana libre, por lo tanto yo me decidí a celebrar mi cumpleaños
con un almuerzo familiar con parrilla el sábado 27. Cada día de la semana hice
algo: una compra, ubicar los cubiertos, alistar los platos, en fin. Adelanté lo
más que pude, conseguí ayuda y pasé un lindo día. Comí rico pero moderadamente.
Lo que no hice fue hacer mi siesta
habitual después del almuerzo y no me recosté hasta las 7 de la noche, cuando
terminamos de recoger todo.
Al día siguiente, domingo, no podía ni moverme. Me dolía la
espalda como si me hubieran molido a golpes. No tenía fuerzas. Descansé, descansé
y descansé.
El lunes fue otro día. Me levanté mejor, animada porque
tenía cita con mi oncólogo. Como cada mañana me puse a jugar con nuestra perra.
Perseguirla, lanzarle la pelota, perseguirla. Al agacharme a recoger la pelota
sentí un mareo. Me levanté y noté que estaba agitada, tan agitada que el corazón
se me salía por la boca. Entonces me recosté y descansé como media hora, pero mi
corazón seguía latiendo fuerte.
Al llegar al consultorio, me tomaron la frecuencia cardíaca
y mis latidos iban con una taquicardia tremenda porque todavía estaba agitada
porque había subido la escalera al segundo piso en lugar de usar el ascensor.
El doctor C no se alarmó de mi incidente. Por el contrario
me comentó que la fatiga es queja constante de todos los pacientes que reciben
Docetaxel. En todo lugar lo que me han sugerido es que haga una caminata sin
esforzarme mucho para mejorar mi estado atlético.
Es que he subido seis kilos en lo que va del tratamiento.
Pienso que eso también afecta, es mayor esfuerzo para mi pequeño corazón.
Ayer fui a mi segunda sesión de hidratación y coincidió con
la última sesión de quimio de Paty, una de mis compañeras de tratamiento, ella
había llevado bocaditos, chicha y torta para celebrar. Ya se ha vuelto una
tradición hacer una fiesta el día de la última quimio. Todos compartimos la
alegría del momento y le deseamos lo mejor.
No importa si unos días después volvamos para recibir una
hidratación o en la siguiente cita nos manden nuevamente a recibir más quimios.
Lo importante es celebrar que hemos llegado a la meta. Que nuestra voluntad y
nuestro cuerpo aguantaron y lo logramos. Esta amiga ha recibido quimio por la
mama y por el pulmón que se vio comprometido, ahora la van a operar y más
adelante… ya se verá.
En estos días también me he encontrado con otro amigo que ya
había terminado su quimio y ha vuelto porque le han detectado un pequeño nódulo
en el hígado. Estoy rezando por él y me asombra su serenidad y determinación para
vencer este nuevo obstáculo en el camino. Cuando me dio la noticia nos abrazamos
y yo lo alenté diciendo: No te preocupes el doctor C te lo desaparece
en una, a lo que él me contestó: en
una en dos o en tres, no importa.
Gracias, Señor por los
ciclos que se abren y se cierran. Por esas pequeñas metas que vamos cumpliendo
y nos hacen sentir que avanzamos. Gracias por el compañerismo, por el ánimo
festivo, por el cariño que recibimos de los ángeles que nos pones a nuestro
alrededor. Muchas gracias.
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