Mi hermana mayor me acosa diciéndome ¿por qué no te pones la peluca! Yo no sé qué contestarle, no sé si
lo hago por comodidad o porque me gusta mi imagen en el espejo con pañuelitos, turbantes, gorritos o lo que fuera que se me antoja ponerme. Por lo menos píntate las cejas, fue su
última advertencia, y en eso sí tenía razón. Con un buen retoque a las cejas se
te va el aire de enferma.
Por suerte, de toda mi cabellera lo único que queda
son las patillas y eso también ayuda.
Cuando estuve de viaje fui feliz. Como era primavera, en el
día usaba un gorrito coquetón con quepí y en las noches me ponía una boina
negra de paño. La gente pensaría que era una artista o un artista con quimio
–¡adivinaron!-. Yo me sentía súper libre porque nadie me conocía. Acá en mi
ciudad natal todo es diferente.
Hay que pensar en no asustar al prójimo, para evitar las
explicaciones… El otro día llamó a mi casa una vecina que nunca nos habla, la
verdad sea dicha del saludo no pasamos. Pero llamó para saber por mi salud.
Dice que me vio y que el pañuelo se me había movido y supo inmediatamente que algo
raro pasaba. Lo bueno es que se trata de una señora evangelista y está orando
por mí. Se lo agradezco.
Creo que a mi hermana le molesta que luzca enferma porque
soy una amenaza para sus temores. Ella fue la primera en tener cáncer de ovario hace 19 años y tuvo dos episodios al igual que yo, y, al igual que me pasó a mí antes de recaer, está por cumplir 14 años sana.
Me doy cuenta que soy un símbolo viviente de que el cáncer
le puede dar a cualquiera, o de que puede volver a atacar y hay que estar alerta. Pero, además, soy un símbolo de que los enfermos de cáncer no
parecen estar enfermos, de que los pacientes de quimio no se parecen a los
pacientes de la Teletón.
Cuando estoy sin peluca me convierto en una presencia
políticamente incorrecta para mi sociedad ignorante y temerosa. Y tal vez esa
sea mi misión en esta vida…
El otro día estuve en Wong, fui con mi pañuelito y sin asco me coloqué
en la caja preferencial. Como había poca gente a esa hora, delante de mí había
una señora joven y perfectamente sana que empezó a dar signos de bochorno en
cuanto me vio. He decidido aprovechar lo que me queda de tratamiento y
estacionarme en el lugar reservado para minusválidos y ponerme en la cola
preferencial en el banco, tenga o no peluca… Es mi derecho y es algo que debo
aceptar, aunque todos me digan que me veo bien.
Ayer fui a buscar un colchón nuevo. Me había olvidado que tenía un pañuelito puesto- siempre me olvido que soy una presencia amenazante-. Cuando le expliqué al vendedor que buscaba un colchón firme pero no muy duro y luego de probar varios de los que tenían en exhibición sin éxito, interrumpiendo su discurso tecnológico con mis explicaciones que tengo un dolor en el área lumbar y que el súper relleno que me recomendaba me empujaba las costillas de abajo para arriba, comprendí que había metido la pata. Pobre vendedor, pensaría que tenía cáncer de huesos, porque yo personificaba a doña Dolores... Cómo explicarle que la última vez que compré un colchón me vi obligada a devolver los dos primeros que escogí alegando que no podía pagar tanto por un colchón de marca que me hiciera doler el cuerpo al extremo de no poder continuar durmiendo. Supongo que como al final terminé comprando el más caro de todos deben haber retirado mi foto de la lista de indeseables en la tienda...
Visualicé mi propia imagen, con pañuelo en la cabeza, tirada sobre cada colchón que me recomendaban: de espaldas, de costado -¿existe otro modo de probar un colchón?- y me descubrí como una modelo de catálogo oncológico ...Ja,ja,ja, ja!!!! Al final me cotizaron el segundo más caro de la tienda y me fui dejando ilusionado al vendedor con la posible venta.
Por la tarde fui a hacer un trámite y la señora que me atendió fue por demás atenta, intervino a mi favor y dijo: las señora está un poco delicada.... yo sonreí por dentro, me acomodé el pañuelo y me pareció escuchar la voz de mi hermana impaciente diciendo ¿por qué no te pones la peluca!
Señor, bendice las
cajas preferenciales, bendice a la gente amable y comprensiva que tiene gestos cálidos con los pacientes oncológicos. Protege,además, a las pacientes testarudas como yo que teniendo peluca, salen al mundo con su pañuelo delator.
Y vaya que es una misión... y que aporta un montón a todo lo que no queremos ver....
ResponderEliminarEstamos tan acostumbrados al mundo perfecto de nuestra burbuja que ver a una paciente con cáncer a tu lado, como parte de tu mundo no solo desconcierta sino que incomoda.
ResponderEliminarEn palabras de Lacán, me he convertido en un "asomo de la realidad" :)