jueves, 14 de febrero de 2013

Yo amo la vida


Hoy es 14 de febrero, Día de San Valentín y he decidido celebrar que estoy enamorada de la vida.

Hoy termina el ciclo de mi primer curso de quimioterapia de esta tercera batalla contra algunas células de mi cuerpo que ni siquiera sé si existen. Todo sea por la prevención.

Bueno aquí estoy lista para sacarle jugo a san Valentín, con el cuerpo bombardeado de Gemcitabina y Doxatel que me aplican en una primera sesión y un refuerzo siete días después.

Ayer me vio mi oncólogo, vio mis análisis, sonrió y dijo: “Has resistido el tratamiento…”. Efectivamente resistí al tratamiento con 48 horas diarrea continua y unos horribles dolores de estómago, una sesión extra de hidratación y un estado de laxitud abrumador. Mi hemoglobina ha bajado de 13.5 a 12.5, lo cual indica que soy una chica fuerte, pero mis leucocitos, que como mínimo deberían estar en 4,500 están en 2,500. Ahí comprendí por qué realmente me sentía tan cansada, al punto de no poder hablar.

Con tan pocos leucocitos, que son los glóbulos blancos que nos defienden de cualquier enfermedad, no puedo comer en la calle y debo cuidarme de no contagiarme de nada. Yo me había olvidado de esta precaución –la verdad no pensé que me bajarían tanto- y anteayer almorcé en un restaurante. Comí pulpo al olivo – juro que solo un bocadito- y un pescado a la plancha con arroz blanco. Después de tantos días de sopita de pollo, me di el gusto y felizmente sobreviví. Pero el doctor ya me jaló las orejas. Prometo portarme bien.

Pero a partir de mañana y durante cinco días me van a aplicar unas vacunas de Filgrastin, un producto que hará que mi médula produzca más glóbulos blancos y pueda sobrellevar la nueva baja de leucocitos del refuerzo.

En estos días he conversado con varios pacientes que son muy positivos y alegres. Se me ha ocurrido que debería formar un club de pacientes oncológicos, pero de aquellos que están enamorados de la vida y quieren tener una buena conversa, explorar los límites de lo permitido por nuestras dietas y que sobre todo quieran pasar un rato entre pares, sin preocuparte que estás con peluca o sin peluca, que pareces un robocop con el catéter, las mangueritas que te dejan de un día para otro o unos dosificadores que he visto que algunos deben llevar por varios días. 

Estoy segura que hay muchas cosas de las que no podemos hablar con nuestras familias ni amigos, pero si entre “colegas”. Me entusiasma la idea.

Ayer mientras me colocaban el refuerzo realmente sentí miedo, me preocupó mi fortaleza física, si resistiría o no. A una señora joven que estaba al frente mío le empezó a faltar el aire, decía que sentía como si tuviera algo atracado en su garganta y se veía muy mal. Incluso llegué a pensar que una de mis opciones era decir NO. Pero cuando terminé la sesión me sentía bastante bien y conversando con uno de los pacientes positivos me regresó la confianza.

Así que aquí estoy lista para vivir un día a la vez. Aprovechemos que es San Valentín.


Gracias, Señor por los días de sol, con ideas refrescantes y nuevos retos. Gracias por el ejército de ángeles que tienes en la Tierra y que aparecen cuando más los necesitamos. Gracias por la vida y las oportunidades de reír, soñar y amar.

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