Hoy es 14 de febrero, Día de San Valentín y he decidido
celebrar que estoy enamorada de la vida.
Hoy termina el ciclo de mi primer curso de quimioterapia de
esta tercera batalla contra algunas células de mi cuerpo que ni siquiera sé si
existen. Todo sea por la prevención.
Bueno aquí estoy lista para sacarle jugo a san Valentín, con
el cuerpo bombardeado de Gemcitabina y Doxatel que me aplican en una primera
sesión y un refuerzo siete días después.
Ayer me vio mi oncólogo, vio mis análisis, sonrió y dijo:
“Has resistido el tratamiento…”. Efectivamente resistí al tratamiento con 48
horas diarrea continua y unos horribles dolores de estómago, una sesión extra
de hidratación y un estado de laxitud abrumador. Mi hemoglobina ha bajado de
13.5 a 12.5, lo cual indica que soy una chica fuerte, pero mis leucocitos, que
como mínimo deberían estar en 4,500 están en 2,500. Ahí comprendí por qué
realmente me sentía tan cansada, al punto de no poder hablar.
Con tan pocos leucocitos, que son los glóbulos blancos que
nos defienden de cualquier enfermedad, no puedo comer en la calle y debo
cuidarme de no contagiarme de nada. Yo me había olvidado de esta precaución –la
verdad no pensé que me bajarían tanto- y anteayer almorcé en un restaurante. Comí
pulpo al olivo – juro que solo un bocadito- y un pescado a la plancha con arroz
blanco. Después de tantos días de sopita de pollo, me di el gusto y felizmente
sobreviví. Pero el doctor ya me jaló las orejas. Prometo portarme bien.
Pero a partir de mañana y durante cinco días me van a
aplicar unas vacunas de Filgrastin, un producto que hará que mi médula produzca
más glóbulos blancos y pueda sobrellevar la nueva baja de leucocitos del
refuerzo.
En estos días he conversado con varios pacientes que son muy
positivos y alegres. Se me ha ocurrido que debería formar un club de pacientes
oncológicos, pero de aquellos que están enamorados de la vida y quieren tener
una buena conversa, explorar los límites de lo permitido por nuestras dietas y
que sobre todo quieran pasar un rato entre pares, sin preocuparte que estás con
peluca o sin peluca, que pareces un robocop
con el catéter, las mangueritas que te dejan de un día para otro o unos
dosificadores que he visto que algunos deben llevar por varios días.
Estoy segura que hay muchas cosas de las que no podemos hablar con nuestras familias ni
amigos, pero si entre “colegas”. Me entusiasma la idea.
Ayer mientras me colocaban el refuerzo realmente sentí
miedo, me preocupó mi fortaleza física, si resistiría o no. A una señora joven
que estaba al frente mío le empezó a faltar el aire, decía que sentía como si
tuviera algo atracado en su garganta y se veía muy mal. Incluso llegué a pensar
que una de mis opciones era decir NO. Pero cuando terminé la sesión me sentía
bastante bien y conversando con uno de los pacientes positivos me regresó la
confianza.
Así que aquí estoy lista para vivir un día a la vez.
Aprovechemos que es San Valentín.
Gracias, Señor por los
días de sol, con ideas refrescantes y nuevos retos. Gracias por el ejército de
ángeles que tienes en la Tierra y que aparecen cuando más los necesitamos.
Gracias por la vida y las oportunidades de reír, soñar y amar.
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