martes, 13 de marzo de 2012

Cuando nos llega el día


Estaba tan preocupada por controlar mi ansiedad respecto a mi cita de hoy que me descuidé de llamar para saber cómo seguía mi tía N, una guerrera muy querida que luchaba contra un cáncer de colon desde hace dos años y medio.

Alguien me dijo hace poco que ella estaba malita, cerca a la fase final. Me chocó mucho enterarme de su situación porque ella había luchado mucho, había hecho tratamientos modernos y se había convertido en caso de estudio en un prestigioso hospital americano.

No tuve el valor de llamarla, la verdad no sabía qué decirle y no me sentía con la suficiente fuerza para consolarla. Nuestro último contacto fue cuando le conté que había abierto mi blog.

Años atrás ella me había dado un lote de videos educativos para personas con cáncer, cuando tuve la primera idea de armar un club de sobrevivientes para apoyar a las mujeres que contraían cáncer por primera vez. Ella me contó que en Estados Unidos se le daba mucha importancia al apoyo emocional y a la autoestima de la paciente (verse bien, sentirse bien). Pero mi proyecto quedó frustrado, mejor dicho pospuesto hasta nuevo aviso.

El domingo recibimos una llamada muy temprano por la mañana. Mi tía N había partido. Se fue como en un dulce sueño luego de despedirse de sus seres queridos. Ella pidió que le controlaran el dolor y nada más, y su familia respetó su deseo.

Me sentí muy rara con la noticia, extrañamente serena y no lloré. Fui un breve momento al velatorio y la vi llegar, me despedí de ella y dejé una carta.

Yo me había extrañado por no sentir nada, ninguna conexión con mi tía, pero esa mañana tuve el impulso de escribirle una carta expresándole mi cariño. No sabía por qué pero mis recuerdos me llevaron a contarle que siempre me había fascinado su dormitorio adornado por la figura de ella y de mi tío mirándose frente a frente a punto de darse un abrazo. Se suponía que no debíamos entrar a su habitación pero las chicas -éramos 6 chiquillas adolescentes en esa época- nos refugiábamos justamente ahí para seguir la fiesta desde la ventana.

Era nuestra tía más joven, la más moderna, la que nos trataba como amigas.

Le dije también que la recordaría siempre como en una foto que había colocado en facebook, joven, linda con un paraguas rojo que la enmarcaba. Me la imaginé bailando libremente, fundiéndose con la brisa, el viento y la tormenta. Y esa idea, que ella hubiera vuelto a su esencia o ser esencial- como dicen algunos- me daba paz.

Al conversar con mi primo C, su hijo, entendí porqué había tenido esos recuerdos y no pude contener el impulso de entregarle la carta. Mi misión estaba cumplida.

La vida te ofrece momentos mágicos, pero hay que estar atentos para descubrirlos. La muerte es uno de ellos.


Gracias, Señor, por las vidas plenas, intensas, ejemplares. Gracias, Señor, por este regalo que se llama Vida, no importe cuánto dure. Gracias, Señor, por la fuerza que nos das para seguir adelante y agradecer cada nuevo día. Acoge a mi tía N y dale coraje a toda su familia para soportar su partida.

2 comentarios:

  1. es dificil aceptar la partida de alguien tan cercano y querido, mas aun si no tuviste la oportunidad de despedirte, gracias por escribir y comunicarte como lo haces, hace que la herida cierre mas rapido y no duela tanto

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