El 13 de diciembre fue una fecha importante para mí. Debía
sustentar mi tesis de maestría. Todo ya estaba listo, la tesis acabada,
empastada, la sustentación ensayada, pero algo en mi dudaba y repasaba una y
mil veces más. La toma de conciencia de
que me hubieran asignado un martes 13 como fecha de sustentación sonaba a
broma, pero no dejaba de tener un cierto carácter aterrador. Dos días después,
con este capítulo cerrado, por fin fui al médico, y ahí empezó este otro capítulo
verdaderamente amenazador en mi vida.
Esta vez repetiré la historia. El próximo martes 13 iré a mi consulta con el oncólogo. Todo mi
organismo sustentará la tesis de la recuperación de la salud y veremos si
apruebo. ¿Cómo me preparo? ¿Hay algo extra que pueda hacer para garantizar
buenos resultados?
Realmente solo puedo confiar, es poco pero no es fácil. Para
confiar debo mantener el control, es decir la serenidad, pero yo no soy una
persona que se caracterice por ser serena. Soy todo lo contrario, debo luchar
por mantenerme en tierra cuando voy a mil por hora o de no caer en el desgano
cuando se me bajan las pilas.
La mente humana es maravillosa, nuestra psiquis se las sabe
todas (debe ser cierto lo de la reencarnación sino no cabe otra explicación),
sabe cuando abandonarse a un riquísimo sueño para no pensar, en estos días
tengo compulsión por darme baños de tina, leer revistas ligeras para distraerme, realmente tengo que
hacer grandes esfuerzos para concentrarme en algo más como revisar mis cuentas,
pagar la luz, el agua o hacer las compras del supermercado.
De otro lado debo luchar con la culpa. He estado fuera de
circulación una semana, entre la colocación del catéter y la quimio, más los
días en que no me sentí bien. He hecho
lo que he podido, tal vez lo más urgente, pero algo en mí me castiga y
me obliga a recuperar el tiempo perdido.
Estos días de incertidumbre serán difíciles de afrontar,
necesito relax, cine, buena lectura, grata compañía y mucha fe. Lo que no
necesito es enfrentarme a la realidad, pensar en obligaciones y mucho menos
hacer cosas que no me interesan (que ahora no me interesan).
Doy gracias a Dios porque sintiéndome así no tengo que ir a
trabajar, ya lo he vivido antes y es la
peor tortura que existe. Alguna vez decidí callar: me operé, me hice radio y
seguí trabajando sin decirle nada a nadie.
El solo recuerdo de esa época me aterra más que cualquier
película de martes 13: tener que sacar fuerzas de donde no tienes para hacer
cosas intrascendentes que son parte de tu trabajo y de tus compromisos, como si
tú ( o sea yo) no existieras.
Señor, bendice a los
luchadores sociales que consiguieron los permisos de descanso médico para los
trabajadores. El estado de salud no es solo del cuerpo, no se trata de si
puedes caminar, escribir o contestar el teléfono, se trata de saber si estás
ahí, si tu mente acompaña a tu cuerpo o viceversa. Bendice también a todas las
personas comprensivas de Relaciones Laborales que realmente entienden y se
preocupan por lo que estoy viviendo. Son un gran apoyo.
Sería, sin duda, sustentación "summa cum laude".
ResponderEliminar:D
¡Ánimo y un abrazo!
Víctor
Muchas Gracias, Víctor. Gracias a los buenos amigos como tú, estoy acumulando una buena reserva de ánimo para superar los momentos de flaqueza mientras llega el martes 13.
ResponderEliminarEsta semana que viene hay cine del bueno, y gratis. No sé si ya habrás visto Historias Cruzadas, se trata sobre racismo y te hace reír y llorar. Por si no quieres ver esa hay otras, también muy buenas. Es en el CCPUCP.
ResponderEliminarVoy a ir todos los días que pueda, chequea en la web.
¿Vamos?