sábado, 17 de marzo de 2012

Tercer día de la cuarta quimioterapia


El martes 13 no me enfrenté a Freddy Kruger ni a ninguna otro thriller cinematográfico, el mío era un realithriller. Lo primero fue recoger los resultados de la resonancia magnética y mantener la curiosidad hasta la cita con el doctor. ¡Imposible!!!

Me tomaron dos  RM una de abdomen superior y otra pélvica. La de abdomen superior comparaba mis resultados con la RM de diciembre, en la que me detectaron los nódulos peritoneales, pero la pélvica comparaba mis resultados con una supuesta RM  que me había tomado en el 2010… cosa que no era cierta. Se habían confundido con la RM que se hizo mi hermana (idénticos apellidos, nombres muy similares) en ese año. Al toque llamé, informé y corrigieron el informe. Salvo por ese detalle los resultados estaban OK.

Luego vino la cita con el doctor, tras el saludo cariñoso vino  la entrega de los resultados y los 10 minutos de ver al doctor revisando cada una de las imágenes (como 12 en total, con total concentración. El silencio hería.

El tratamiento está funcionando” dijo, por fin, el doctor y, por fin, pude respirar. “La cosa es así”, continuó el doctor mientras hacía un dibujo en un papel, “tenemos un nódulo, aquí cerca del hígado, otro cerca al pulmón, otro cerca a un riñón y otro cerca a la vagina”. Este último era nuevo para nosotros porque era la primera vez que me tomaban un RM pélvica. Seguro que había estado ahí pero no lo teníamos detectado. “Lo bueno es que en el contraste se nota que ya ha bajado la actividad” y concluyó el doctor “seguiremos adelante con el tratamiento. Lo estás tolerando bien”.

Así que confirmamos mi cuarta quimio para el jueves. Yo aproveché el miércoles y fui a mi doctora bio-energética, le lleve los estudios y ella me  hizo una nivelación de energías, porque siempre hay bloqueos por la operación. Me dio nuevas gotas (flores de Bach) para ayudarme emocionalmente y me recetó tomar  infusión de Flor de arena, alternada chancha-piedra, porque la RM también señalaba un pequeño quiste en el riñón, que ella considera son arenillas producto de la intoxicación de tratamiento. Además me ha pedido que incorpore jugo de Crambrerrie a mi dieta y siga con el Noni.

La doctora te trata a un nivel holístico y respeta las indicaciones del oncólogo. Ella se alegró que la enfermedad esté en involución, me felicitó por estar haciendo planes para el futuro y me alentó a seguir escribiendo. “Tienes que cumplir tu misión”, me dijo alentadoramente.

Salí con las pilas recargadas y los chacras nivelados, lista para enfrentar mi cuarta quimio al día siguiente. Esa tarde aproveché para preparar mi puré de calabaza y hacer algunas compras necesarias para los próximos cinco días en que no tendré ganas de salir ni gastar mis energías en nada que no sea descansar.

Esta vez mi papá me acompañó a la quimio. Él entra y sale de la salita donde estamos siete pacientes cada uno en lo suyo y a la hora de su caminata diaria, se fue a conocer esa zona de Córpac que no le era familiar.  Mientras tanto a mí me ponían el suero, el protector gástrico la dexametasona, el remedio para las náuseas. Su regreso coincidió con el primer químico: el pacitaxel, todo bien hasta ese momento, dos horas después, se dio una vueltita nuevamente y le pedí  una vasito de agua. Hacía 10 minutos que me habían colocado el Carboplatino y se me había secado la garganta produciéndome una tos suave pero seca. Tomé el agua y justo llegó la señora de la cafetería con mi juguito de papaya con piña, le di un sorbo y vino la hecatombe.

Volví a tomar el agua, pero algo estaba mal. Sentí que los brazos me pesaban enormemente y una sensación rara similar a cuando uno está a punto de vomitar pero el cuerpo aun no se decide. Sin que yo tuviera conciencia de mis actos pronuncié tajantemente “Señorita, páreme esto que me estoy sintiendo mal”. Y cómo me verían que al toque pararon la sonda. Yo empecé a sudar frío y a explicarles lo que me pasaba. Felizmente estaba el doctor de guardia ahí en la sala, así que empezó a hacer preguntas “¿se le cierra la garganta?, ¿le falta el aire?”. “Respire hondo”. “Me pesan los brazos”, insistía yo. “Tengo una sensación aquí” y me toqué el pecho. “Su corazón está bien”, me contestó rápidamente el doc como en un juego de pin pon”. “Me voy a desmayar”, amenacé tratando de tirar el respaldar del sillón para atrás sin suerte. ”Su nombre completo…” “Miski Guerrera”. Luego empezó el dolor de un retorcijón  -“tal vez sea la presión de los gases sobre el diafragma” pensé- y con ayuda de mi papá aprovechamos un instante de no enfermeras y  me paré, yo quería caminar, ir al baño  pero al incorporarme sentí que mejor estaba sentada. Ahí fue que me pusieron algún corticoide y me monitorearon la presión con una especie de clip que te ponen en el dedo índice. Yo escuchaba a ratos que leían la cifras: “ochentitantos y todos parecían asustados, una enfermera me pincho un dedo y descartaron hipoglicemia . Yo seguía buscando una posición cómoda para controlar el dolor del retorcijón que torturaba. “Tengo que ir al baño”, dije porque sentía que  la premura era inminente. “Primero debemos que estabilizarla”, me indicó el doctor y entonces supe que no importaba si me hacía ahí mismo, porque sus preocupaciones eran mayores.

Como llamada por el Cielo, llegó mi hermana y me sentí más tranquila porque mi papá ya no estaba viviendo este episodio solo.

Entre toda esta confusión, me cambiaron de sillón, quizás para ponerme oxígeno, pero al movilizarme los marcadores  volvieron a “noventitantos… noventaiocho” y todo se sintieron más aliviados, incluso yo. Entonces me pusieron más corticoides  y me dijeron que esperaríamos un rato antes de continuar con el Carboplatino. Pero a los quince minutos dijeron que mi oncólogo había suspendido el tratamiento hasta el día siguiente. Eso me sorprendió pero me pareció muy sensato.

También sentí cierto alivio porque lo que sentí no había sido un invento de mis nervios- Aunque mi familia siga pensándolo contrario- ni un chucaque, como se dice por ahí.

Ayer, llegué a mi supuesta hidratación pero me tocó una larga jornada. Me volvieron a preparar para la quimio y esta vez me cambiaron el Carboplatino por Cisplatino, que era el químico que me colocaron hace 18 años. “Dios, bendice al Cisplatino, viejo amigo para que no me produzca ninguna reacción”, oré en silencio.

Mi oncólogo me confirmó que había hecho una reacción alérgica al Carbopaltino, pero que todo estaba bajo control.  Eso sí antes que nada me pusieron un Diazepam y cuando estaba  súper relajada empezaron con el químico, todo fue bien, felizmente. Entre sueños una pesadilla me atormentaba: ¿Qué pasaría si no resisto este quími…co? Pero no quería ni pensarlo.

Hoy debo salir corriendo para mi nueva sesión de hidratación, durará tres horas y nuevamente iré con mi papá, quien sigue siendo mi héroe número uno.

Señor, bendice a todos los médicos, a los oncólogos, al médico de guardia, a las enfermeras, a las auxiliares. Bendice a los familiares de los pacientes que con su sola compañía nos ayudan a sanar. Bendice, por último al Cisplatino, viejo amigo, que ahora recorre mi torrente sanguíneo con el Placlitaxel dispuestos a arremeter con las células malignas. ¡Y gracias, muchas gracias!!!

2 comentarios:

  1. Un favor, no comenten de esto con mi tía, hay cosas que prefiero callar para no preocuparla.

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  2. Miski, eres una GUERRERA con letras mayúsculas. Te admiro y felicito. Sigue por ese camino que te has trazado, lucha y no desmayes nunca.
    Me honras con tu amistad.

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