Uno no se pregunta cuánto vale mantener su salud hasta que
te enfrentas a un tratamiento caro como la quimioterapia- y por demás amenazador,
por el alto riesgo que implica el cáncer.
Mi primera vez, hace 18 años me atendí en todo momento vía
el seguro de salud particular que tenía. Contaba con 10,000 dólares de
cobertura, pero hice malabares para hacerlo durar. En esa época el seguro
social te reembolsaba el gasto de las quimios y a mí me reembolsó
aproximadamente 1,000 dólares por cada una de las seis sesiones que me
pusieron. Además tenía un seguro oncológico de 1,000 dólares con la cuenta CTS
del Banco de Crédito y lo gasté íntegro.
Además contaba con el apoyo de mi papá y el de mi suegro que
estaban dispuestos a ayudarme si lo necesitaba. Felizmente, no lo requerí. Pero cuando me quedaban como 1,200 de saldo en
mi seguro, me subieron la cuota mensual a 200 dólares y ya no tuvo ningún
sentido seguir asegurada.
En esa época decían que si habías pasado tres años sin
recurrencia de la enfermedad podías considerarte curada, así que yo opté por
dejar ese seguro. Estaba convencida que no me volvería a enfermar. Pero me
equivoqué, tres años después me encontraron otro cáncer primario, y esta vez estaba sin seguro, sin plata y con deudas.
Sin pensarlo dos veces me dije “No me voy a gastar mis pocos
ahorros en la operación y el tratamiento, guardaré mi plata para la
recuperación, para irme de viaje”. Y sintiéndome la mujer más pobre y
abandonada del planeta me atendí en el Hospital de Neoplásicas.
Por ser una pituca venida a menos pagaba la tarifa más alta y si mal no recuerdo la operación me costó alrededor de 2,000 dólares y el tratamiento otro tanto. Yo había bajado al llano, sintiéndome pobre pero nunca dejé de ser percibida como una pituca aprovechadora y mi bondadosa hermana Ana, que es blanca y castaña, fue bautizada como “su hermanita la gringuita”.
Por ser una pituca venida a menos pagaba la tarifa más alta y si mal no recuerdo la operación me costó alrededor de 2,000 dólares y el tratamiento otro tanto. Yo había bajado al llano, sintiéndome pobre pero nunca dejé de ser percibida como una pituca aprovechadora y mi bondadosa hermana Ana, que es blanca y castaña, fue bautizada como “su hermanita la gringuita”.
Durante los casi dos meses que Ana me
llevaba en su auto y me esperaba sentadita entre todos los enfermos -que se echaban en los asientos porque ya no
tenían fuerzas de esperar sentados- fue víctima de tremendas historias
personales que terminaban pidiéndole dinero prestado o algo de comer.
La época de vacas flacas se extendió por siete años más. Cuando mi situación económica mejoró y me inscribí
en la EPS, cerré el capitulo INEM, aunque me seguí atendiendo con el
jefe de ginecología, que era mi doctor, pero en su consultorio particular.
La EPS me ha servido para muchas cosas y, parece que también
podrá cubrirme mi tratamiento actual de quimioterapia, siempre que logremos probar
que se trata de una nueva neoplasia y no de una metástasis del cáncer que tuve
hace 18 años. Yo ya he invertido cerca de 4,000 dólares en el diagnóstico
y la operación. Mi primera sesión de quimio me ha salido como 700 dólares.
Y me faltaría cubrir cinco quimios más, los exámenes de laboratorio y los
honorarios médicos de cada sesión, es decir unos 4,500 dólares más, durante el
tratamiento. Luego vendrán los controles mensuales y cada uno puede costar
alrededor de 500 dólares, según los estudios que te indiquen.
¿Qué haré si no la EPS me dice que no? ¿Tendré el valor de
pasarme al Seguro Social? Esta vez hay algo en mí que me dice que mi bienestar vale
el dinero que tengo ahorrado.
Gracias señor por mi
trabajo y los dineritos extras que me caen de vez en cuando. Gracias por los
médicos que te hacen un precio especial porque no tienes seguro. Gracias por los
oncólogos de corazón grande que incluso
llegan a atenderte gratis con tal de que no dejes de controlarte. ¡Ya se han
ganado el cielo!
El seguro social no es la gran cosa, es más, todos los que pueden huyen de él. Sin embargo, puedo decir que gracias a tenerlo sigo con vida porque no tengo la cantidad suficiente de dinero como para afrontar todo el gasto que implica ser paciente oncológica. Y es que los médicos que atienden en el Rebagliati son los mismos que trabajan en las clínicas. Los hay excelentes, y he tenido la buena suerte de que me traten.
ResponderEliminarEn relación a la administración del seguro social es que se dan los graves problemas, y el gobierno tiene la culpa. La minita de oro que le significa lo ha inyectado de codicia y ha acogido a cada vez más personas sin aumentar la plantilla médica o comprar más medicinas y equipos, pero sí ha captado más ingresos mientras las colas para lograr una cita son cada vez más grandes y se requiere ser muy *paciente* para acudir a tramitarla.
Eso sí: los médicos son muy buenos.
Gaby, efectivamente. Sé que los médicos son muy buenos,pero pensar en entrar a su sistema, lograr que te den la cita a tiempo, me aterra.Ya he vivido esto cuando me atendía en el INEM.
ResponderEliminarPero dejándome de engreimientos,mientras me den las dosis correcta de quimioterapia y me hagan el seguimiento adecuado con estudios de imágenes, sería una bendición.