Mi ginecólogo acostumbra decir que el único dolor que la
gente aguanta es el ajeno. Me hace reír con esas palabras cuando estoy
preocupada.
Recuerdo claramente que exclamó ¿ya te lo conté? esa tarde
cuando acudí a su consulta porque el dolor debajo de la costilla ya me tenía
harta. Al principio era una sensación rara, como un dolor de hueso o un jalón
de un nervio -no tengo idea cómo me imagino estos dolores, pero los intuyo-.
Luego el dolor pasó a ser una presión contra mi espalda que no me dejaba dormir
y un hincón sobre el hígado -o donde yo me imagino que está- que me ponía los
pelos de punta.
Cuando me operaron el dolor desapareció, pero unos días
antes de hacerme la quimio volvió, algo tímido, pero ahí estaba. Entonces pensé
que como ya no me dolía la herida esa podía ser la razón por la que volvía a
sentir el dolorcito.
Hace dos semanas cuando fui a mi consulta luego de la
primera quimio comenté a la doctora que me atendió que el dolor había aparecido
nuevamente. Ella habló de dos posibilidades, una de ellas, que esa era la zona
donde habían tejidos cicatrizando, la otra, que la medicina estaba actuando
sobre los nódulos y de ahí provenía la sensibilidad. Pero en el ambiente
flotaba una tercera opción ¿Y si los nódulos seguían creciendo?? Mi oncólogo
fue más directo. “Luego de la tercera quimio te haremos una resonancia para ver
cómo va el tratamiento y corregir el rumbo si fuera necesario…al final te
haremos un petscan para comprobar que todo vaya bien”.
Lo no dicho es a veces más importante que lo dicho. El
doctor no dijo nada, yo tampoco, pero la respuesta a mi negada pregunta había
llegado. Desde ese día bajé la guardia y
dejé de pensar en el dolor y desapareció. Hasta ayer.
Ayer tuve una digestión pesada todo el día, como si me
hubiera comido un ladrillo. Por la tarde tenía tantos gases acumulados que
sentía horribles hincones y entre los hincones surgió nuevamente el dolorcito.
Lo que yo sentía ayer era que los gases me oprimían la zona de los nódulos y me
hacían doler.
Hoy no salí de casa, salvo para ir a la farmacia, consulté
al doctor y me recetó un enzima digestiva. La tomé y resultó muy buena. La
sensación de los gases ha cedido y me siento más ligera, pero lo malo es que
ahora siento clarito el hincón debajo de mi costilla. Es como si algo ahí
adentro estuviera chocando contra otro
algo, a falta de espacio.
Me doy cuenta que es la primera vez que me operan y no me extraen
el tumor, esta vez me retiraron un nódulo pero hay varios otros chiquititos
“que van a desaparecer con la quimioterapia”.
Trato de no pensar, de no ponerme nerviosa. Paso la mano
debajo de mi costilla y siento un bultito al tacto, y me duele.
Se está librando una batalla en estos momentos dentro de mí,
y yo solo soy eso: el campo de batalla. Mañana le informaré a mi oncólogo y que
él se encargue.
Señor, dame serenidad
y confianza para afrontar este periodo de incertidumbre. Estoy segura que si el
dolor cesa, las preocupaciones se pasan.
Este post lo escribí hace cinco días, no me animaba a publicarlo. Efectivamente hablé con mi oncólogo y fui a consulta. Todo va bien me dijo, me recetó un analgésico-antiespasmódico y el doctor fue pasando. Cuando llamé para reportarme al día siguiente, con mucho tacto me sugirió que me esforzara en la dieta, no grasas, no lácteos. Así lo he hecho y estoy mejor, felizmente.
ResponderEliminar¡El que esté libre de pecado que tire la primera piedra!
¡Buena! Sí, efectivamente. La dieta es importante. Tenemos que variar nuestra forma de comer y darle duro a las verduras y frutas. Nada de lácteos ni grasas. Olvidarse de las conservas, que tienen preservantes.
ResponderEliminarEstoy muy gorda y no, no puedo tirar la primera piedra porque peco, de vez en cuando, y comer es tan rico...
La voluntad es fuerte,pero la carne es débil... :)
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