domingo, 19 de febrero de 2012

Mil recetas que seguir


Conforme más personas se enteran de tu situación, más recomendaciones llegan a tus oídos. Algunas voces son más autorizadas que otras. Algunas suenan tan imperativas que si no las cumples te invade la culpabilidad. ¡Qué horror! No puedes hacer un sacrificio por tu salud… Así nos suena la conciencia, mejor dicho nos remuerde.

Recuerdo mi primera vez, hace 18 años. No carne de res, dictaminó mi cirujano. Sería preferible que evitara las carnes rojas sugirió mi oncólogo, sin darle mucha importancia. El cirujano me aconsejaba tomar mucha chicha morada y evitar las gaseosas oscuras, mientras que las enfermeras que me aplicaban la quimioterapia me indicaban tomar litros de agua de piña para ayudar a mis riñones.

Mi suegro que era bioquímico y, por coincidencia, dado a médico naturista me habló de la dieta de las 1,500 calorías diarias para no darle mucho combustible a las células cancerosas –Él hacía esa dieta desde hacía año para evitar que unos pólipos intestinales se transformaran en algo más-. Yo que siempre he tenido buen diente, me terminaba el plato del día de un soplido, mientras que él en la cabecera de la mesa comía su plato de arroz con atún y papaya. Su único gusto era unas gotas de leche condensada sobre un plátano o unos trozos adicionales de papaya. Yo, en cambio, calmaba mi ansiedad preparando las más ricas recetas de leche condensada Nestlé y lo tentaba con ellas. No sé si para evitar que yo me comiera todo el postre sola o porque realmente era una atrevida, pero mi suegro caía en el pecado y me aceptaba los postres aunque fueran un peligroso exceso en su dieta.

A cambio yo acepté tomar con mi jugo un polvito que él preparaba y –lo que más sacrifico implicaba-  mezclar en mi rica comida su horrible aceite de pescado que me iba a ayudar a contrarrestar los efectos de la quimioterapia. Cuando me olvidaba el pomito,  mi suegrito que no era de hablar decía “Rosa María, no te olvides de tu aceite…”. Me tenía vigilada.

Yo nunca pensé demasiado en los medicamentos que él me daba hasta que hace unos años descubrí que un grupo de médicos naturistas vendían los “antitumorales” de mi suegro en un instituto que lleva su nombre. Me sentí muy afortunada y agradecida. Pensé que tal vez estaba viva tantos años por su insistencia y el efecto de su tratamiento paralelo.

El día en que dejé mi nido de recién casada para volver a la casa de mi papá, me despedí de mi suegro y -luego de explicarle que su hijo ya no me quería (ni con el corazón ni  a su lado)- me dijo que me admiraba mucho porque él había sido testigo (auditivo) de cómo me descomponía con el tratamiento y que a pesar de ello yo lo había completado. Nos dimos un gran abrazo y no nos volvimos a ver nunca más. Pero siempre lo recuerdo con mucho cariño. Incluso ya separada mi ex aparecía con los polvitos que me enviaba su papá y yo me los tomaba sin cuestionar.

Hace poco una amiga me habló de unos productos que te despiertan las defensas naturales, sabía que eran caros, pero por lo visto muy buenos. En ese momento sentí esa sensación de inseguridad que empieza con Y si valen la pena y yo no los estoy tomando…  Realmente agradecí el gesto pero me prometí a mi misma tomármelo con calma. De momento seguiré con la quimio, más la dieta indicada. Empezando el día con mi extracto de betarraga, zanahoria y piña, la cucharada de Noni dos veces al día, al igual que la media cucharadita de bicarbonato de sodio en medio vaso de agua. En el almuerzo mi caldo de bazo y caldo de cuy (que aun tengo congelado en la refri esperando el día indicado) y todas las verduras y frutas rojas,  el té verde y mis 50 gramos de fruta seca como fuente de proteína y fibra.

Algunas veces me siento mal porque no estoy comiendo suficiente espinaca, ni tomando las hojas de guanábana o de coca como agua de tiempo. Peor, les juro, que hago lo que puedo.

Gracias, Señor, por los amigos bien intencionados y preocupados. Te pido que los bendigas y protejas. Bendice también a todos aquellos que estudian y desarrollan tratamientos paralelos y con ello incrementan nuestras esperanzas de triunfo en esta lucha célula a célula que acometemos sin saber con cuantos reclutas contamos ni con cuanta artillería. 

2 comentarios:

  1. No sé si soy una de las amistades menos autorizadas para sugerirte alguno de los pasos para mantenerte con nosotros, los que te queremos y nos preocupamos por ti, pero déjame darte una solución irrefutable para seguir en la vida: la alegría y buen humor. Si estás así, lejos de la depresión y el temor (lo más alejada posible) todo irá bien. Lo he visto mientras esperaba mi cita con el oncólogo, al conversar con los otros pacientes, en la mirada de muchos de ellos, los que sí superaban el mal y los que no. Hay muchas recetas, vegetales, animales, etcétera, pero tan infalible como el buen estado de ánimo no. No te preocupes tanto de lo que comas o no. Solo sácale el jugo a la vida, distráete con buena compañía, rodéate de buenos amigos, sé feliz, querida amiga, y así te tendremos mucho tiempo entre nosotros.

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  2. Me gusta tu sugerencia, creo que es una buena receta. Además depende de mí... y no genera culpa.
    La alegría no es un estado constante, es una actitud hacia la vida, como la búsqueda de la felicidad.
    Gracias por recordarme que una de las principales luchas de esta guerrera es hacia el temor y que cuento con la fe, la confianza y el aliento de mis amigos como una certera artillería.

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