jueves, 16 de febrero de 2012

Todo lo que puede un catéter


Ayer acudí a una consulta con un médico cirujano cardiovascular. Mi oncólogo le ha pedido que me coloque un catéter subcutáneo. Yo no sabía en qué consistía ni si estaba dispuesta o no a dejármelo colocar. En cuanto vi al doctor joven, guapo y con una actitud fresh como si fuera tablista, tuve la certeza de que esto del catéter que a mi me quitaba el sueño era para él un juego de niños.

¿Qué riesgos hay? Le pregunté muy seria como si me fueran a realizar un triple by pass. Ahora que lo recuerdo, me da risa… Pero el doctor con toda la paciencia del mundo me explicó el procedimiento y los riesgos que podían ocurrir en un 0.5% de los casos.

Salí fascinada con la modernidad. Ya no más pinchazos, ni dolor en las venas, esto va directo a una arteria, creo. Queda debajo de la piel, es decir no se nota. Y me lo pueden dejar por un tiempo indefinido (un par de años, por ejemplo), siempre que le hagan su mantenimiento (las enfermeras que aplican la quimio lo hacen).

Yo pensé que iba ser una pionera en esta aventura del catéter, pero me dice el doctor que ya lo hacen hace tiempo. Yo no sabía de nadie a quien le hubieran puesto este aparatito, los catéteres que yo he visto son los grandes que te clavan en ente el pecho y el cuello y que han acompañado a sus dueños a la otra vida, por eso tenía tanta resistencia.

Pregunté cuanto costaba, solo por curiosidad, ya que ahora no pago nada. Pero yo necesitaba saber. Solo el catéter vale 600 dólares, además están los gastos médicos, la sala de operación y medicinas. Es decir calculo unos 1000 dólares y tal vez me quedo corta.

Salí tan impactada por la suerte que tenia de poder cuidar mis venas y evitar el dolor cuando me aplican el carboplatino que las lágrimas corrían por mi rostro mientras regresaba a casa.

Venían a mi memoria, las más diversas imágenes: los pacientes del NEM, mi mamá cuando era inyectada y le buscaban la vena, mi abuelo al que, según me han contado,  le colocaban las inyecciones en el pie; y no podía dejar de llorar.

Pensé en mi abuela, en lo duro que habría sido para ella sufrir de cáncer en su época. Ella era muy joven, tenía apenas 44 años y luchaba contra un cáncer de útero, en el Hospital de Neoplásicas de la Av. Alfonso Ugarte en el año1950. La imaginé solita en el hospital, pensando en sus hijos, pensando en el menor de ellos que es mi papá. Y tuve una certeza. Mi papá se tiene que sentir muy orgulloso porque hemos vencido el Karma.

Su mamá enfrentó el cáncer, sin éxito,  en un hospital del estado hace más de 62 años, sin que él pudiera hacer nada al respecto,  pero nosotras (tres de sus cuatro hijas), estamos dando la batalla desde hace 18 años y, gracias a mi papá y a sus enseñanzas de vida, hemos podido atendernos con los mejores oncólogos, en las mejores clínicas, teniendo opciones para decidir.

Los tiempos han cambiado pero mi papá no ha hecho otra cosa en la vida que asegurarse que el escenario para su familia sea diferente.


Señor, bendice a mi papá y  a los doctores que inventaron los catéteres. Te pido que pronto den una ley para que todos los pacientes con quimioterapia tengan  el derecho de acceder a un catéter como parte de su tratamiento y, por supuesto, tengan acceso a su tratamiento. Para ti no hay nada imposible.


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